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Politeasma 9 parte B

POLITEAMA
REVISTA ELECTRÓNICA editada por el Taller Cultural
SIN SO CIEGO
Año 1 – Nº 9, parte b – Agosto de 2008

UNA MIRADA DIFERENTE PARA OBSERVAR CON OTRA OPTICA, LA CULTURA URUGUAYA Y DEL MUNDO A TRAVÉS DE SUS DISTINTAS MANIFESTACIONES

Desde el recrudecimiento de la imagen delgada promovido con la Twiggy, la femineidad empezó a desaparecer en los arquetípicos cuerpos, cada vez más lánguidos,
de las modelos que, con su apariencia infantil -sin marcados caracteres sexuales secundarios- representan la seducción y el prestigio social del 'fresh
espirit' o mito del 'forever young' que aún nos rige.

La modelo Ivis Palmer de la casa Storm, justifica un poco ese fenómeno con una visión Disney de este: "la juventud y la inocencia son románticas, es como
'Lolita' pero no tan pornográfica. Se trata de una chiquilla que no ha sufrido. Eso agrada ante la cámara porque se trata de niñez, candidez, inocencia;
son chiquillas vestidas como sus madres".
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Por desgracia este asunto de las modelos y sus repercusiones en la sociedad no tiene nada de inocencia. La psiquiatra Hilde Bruch probó que los desordenes
alimenticios se incrementaron vertiginosamente a partir de los años 60s. Algo que no era común, como la anorexia, de pronto empezó a 'existir' al legitimar
su aparición en los medios masivos. Desde esa época hasta nuestros días los casos no cesan ni las nuevas formas de legitimación tampoco.
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Entre la cultura japonesa y la muñeca Barbie...

Hace cuatro años en México, Perú o Colombia cualquier niño o niña que tuviera acceso a un televisor podía hablar sobre mitología griega e historias épicas
y mencionar a Atenea, Poseidón, Febo, Ellis, como si aprender esos nombres hubiera sido la lección que les había pedido el mitógrafo Robert Graves y considerar,
al menos por unos momentos, si existía una princesa de la luna llamada Serena quien junto con sus compañeras de colegio, todas coquetamente vestidas con
traje de marinero, salvaban tres veces por semana al mundo del árbol del mal.

Hasta hace un año en Colombia, Perú, México, Brasil, Estados Unidos y otros paises americanos, el fenómeno de masas fue un niño extraterrestre que llegó
a la Tierra como único sobreviviente de la explosión de su planeta natal y en su nuevo hábitat desarrollo poderes inconmensurables que lo convertían en
uno de los seres más poderosos del universo. Ese niño no se llamaría Supermán sino Gokoú.

Todos los anteriores eventos tienen una relación evidente, son algunas de las series de dibujos animados japoneses -Mangas- más populares en todo el mundo
y una de las puntas de lanza de la mundialización. Pero ¿que tienen que ver estas series con los trastornos de la alimentación?. La respuesta es que estos
programas tratan de superponer, en la ya variada gama de identidades culturales existentes, una donde la belleza en terminos máximos e ideales -según cierta
concepción occidental-, la competitividad y la exaltación de la juventud como plenitud y único periodo válido de la existencia, sean los nuevos paradigmas
de los asiduos televidentes de estas series.

Escrito en los anteriores terminos los valores que defienden series como "Supercampeones", "Caballeros del zodíaco", "Dragon Ball" y sobre todo "Sailor
Moon" o "Las guerreras mágicas" pueden parecer a priori axiológicamente negativos. Afirmar eso sería carecer de un juicio objetivo y no reconocer que los
valores positivos o negativos son variables dependiendo de la cultura que los origine o que los interprete.

Sin embargo, es dificil ignorar que el modelo de mujer que presentan las series dirigidas a público femenino es una idealización de un patrón cultural identificable
como de hiperfemineidad debido a factores como la estatura superior a 1.70 metros -en Japón y en Latinoamérica las mujeres son bajitas- , ojos descomunalmente
grandes e hiperexpresivos -a nivel psicológico los ojos grandes siempre se leen como pertenecientes a una persona sensible y de gran espiritu y belleza-
, cuerpos extremadamente delgados en donde destacan las curvas de los senos y el derriere -como el de la modelo Giselle Bunchen, híbrido perfecto entre
la delgadez y los atributos sexuales femeninos- y una imagen general de colegial inocente pero al mismo tiempo sexual que es la fantasía de millones de
hombres heterosexuales en el mundo -como Britney Spears en sus primeros videos o la "Lolita" de Nabokov.

Los protagonistas de los mangas, sin importar el sexo, son adolescentes o adultos jóvenes que a sus utópicas características físicas aunan sus cualidades
personales, todas ellas atravesadas por un nivel de competitividad propio de la cultura japonesa, en donde se debe ser el o la mejor en lo que se hace
o poseer una virtud, un poder, una característica, algo que destaque de entre todos. De lo contrario la sociedad no te ofrece nada bueno, aun peor, no
lo mereces.

La punta del iceberg del fenómeno Manga y de su relación con los trastornos alimentarios es la estetización idílica de sus personajes y la imitación que
eso puede conllevar en las chicas que desean ser tan atractivas, deseables, competentes y poderosas como las protagonistas de las series. El problema de
fondo es que muchos autores manga, a pesar de crear sus productos para un público mundial, no han podido filtrar todo lo que es la cultura de la competitividad
en Japón, la deshumanización de la imperfección humana y el deseo irreductible de que todos sean trabajadores-personas "110 % eficientes". Aunque Japón
sea una de las economías más prosperas del mundo el precio que se ha pagado por ello es alto. Hoy en día es el país con mayor cantidad de personas anoréxicas
en el mundo, con personas que quieren adelgazar hasta morir porque no logran ser lo que todos esperan de ellos.

Sin embargo, sería un acto de fanatismo el considerar que los trastornos alimentarios en España, Argentina, Colombia, México, e incluso en el mismo Japón
aumentaron sólo porque los Mangas son populares entre sus pequeños ciudadanos. No hay pruebas que determinen que los infantes y adolescentes de estos países,
en un intento por alcanzar el ideal de perfección de algún personaje o de alguna serie, haya caido en la anorexia u otro trastorno alimentario. Lo más
probable es que en casos donde el televidente tenga una predisposición a desarrollar un trastorno alimentario, estos dibujos animados le afecten más que
a otras personas y en conjunto con otros factores hagan salir a flote el problema emocional de la persona en la forma de un trastorno del comportamiento
alimentario.

Pero no solo las muñequitas Manga representan la deshumanización de la figura femenina al idealizarla tan perfecta -bajo los criterios de la hiperfeminización-
que es imposible que exista más allá de la historieta o la animación. La clásica figura de mujer que glorifica las medidas corporales más aberrantes es
aquella que todas las niñas observan desde su más tierna infancia en su muñeca preferida: la Barbie.

La Barbie legitima que la mujer sea delgada como un espagueti pero con un macarrón adelante que haga de senos y otro atrás que haga de cola; sus metas en
la vida son ser una buena enfermera, médica o policía pero siempre dejando tiempo para Ken, su eterno enamorado, quien le da todo lo que ella necesita,
o casi, porque el muñeco en sí no tiene organos sexuales -la Barbie no podía ganarlas todas!!!-.Claro que la muñeca supera esos escollos reproductivos
sin contratiempos -al igual que los padres que agradecen no tener que explicar la sexualidad humana con la "abeja" Ken y la flor "Barbie"- porque entre
sus casi infinitos accesorios están una casa completamente equipada, un séquito multiracial de amigas -más por presión social que por disposición de Mattel,
la fábrica que las produce-, y todas la cosas que una "material girl" pueda necesitar... adminículos que no tienen nada de malo pero que implican un estilo
de vida que muchas de las niñas no van a lograr en un futuro -sobre todo cuando el diablo les cobre a sus padres el alma que intercambiaron por la muñeca
con todos sus accesorios-. Además no debería -y no es, aunque sea el modelo institucional, como la Coca Cola- el único modelo disponible para las mujeres.

La muñeca Barbie ataca el libre albedrío de la mujer y la convierte en un moderno perro de Pavlov al cuál se le condiciona por medios más sutiles y más
efectivos. Esa mujer corre el peligro de que en un futuro, aunque no lo admita o no se de cuenta, se sienta culpable por comer mucho, por no ser la 'muñeca'
ideal que sus padres esperan que sea, por enamorarse de un hombre que es diferente al sujeto común, por no vivir en una mansión junto con sus otras amigas
modelos y, a pesar de todo eso, le comprará a su hija en la primera oportunidad disponible una muñeca Barbie.

A esta meditación agreguemos dos citas, la primera de Nicola Squicciarino, importante sociólogo italiano -referenciando al francés Jean Baudrillard- quien
en "El vestido habla" afirma:

"Bajo la liberación que indican los rasgos de la moda el cuerpo carece de encanto desde un punto de vista erótico, se convierte en un maniquí, un término
cuya falta de caracterización sexual indica claramente lo que quiere decir. El modelo o la modelo son todo sexo, pero sexo sin cualidades: la moda es su
sexo, o mejor dicho, en la moda el sexo se pierde como diferencia, pero se generaliza como referencia, como simulación. De hecho está surgiendo un tercer
modelo, el modelo hermafrodita, narcisista y con los rasgos de ambos sexos, que está mucho más cercano al modelo femenino de la complacencia que al modelo
masculino de la exigencia."

(Cualquier parecido entre la anterior opinión y los cada vez más androginos y delgados dibujos animados japoneses, modelos de Versace y Calvin Klein NO
ES pura coincidencia).

La segunda cita es de Nancy Etcott, autora del libro "Sólo los más bellos sobreviven":

"La idea de que la belleza no es importante, o de que es una elaboración cultural, es el verdadero mito. Tenemos que entender la belleza, o siempre seremos
sus esclavos".

Contribuciones y comentarios:

pedromendozachadid@hotmail.com /
eduposad@terra.com.co

Pedro Mendoza-Chadid, Eduardo Posada-Hurtado © Copyright 2001.©
Ramón Pérez Parejo: El canon de belleza a través de la Historia: un método de descripción de personas para alumnos de E/LE- nº 34 Espéculo (UCM)

El canon de belleza a través de la Historia: un método de descripción de personas para alumnos de E/LE

Ramón Pérez Parejo

I.E.S. “Castillo de Luna” Alburquerque
parejo27@teleline.es
Este tema establece relaciones tanto con el
concepto de modelos de mundo de la Escuela semiótica de Tartu-Moscú como con los modelos literarios ficcionales, ya que el canon de belleza responde a
un modelo cultural que debe seguirse y que distorsiona sensiblemente la realidad, lo cual puede provocar, en este caso, hasta daños físicos y psíquicos.
Como afirma L. G. Davis [1], existe una distinción entre realidad y representación ficticia, y mucho más cuando se trata de cánones o prototipos de belleza,
los cuales informan del carácter mundo en que se han creado. No es que eso sea importante, sino el cómo la representación ficticia deforma o distorsiona
la realidad. Ese cómo es lo fundamental para analizar la función de dicha representación, casi siempre ligada a unas razones ideológicas. Los hombres y
las mujeres de hoy pasamos muchas horas al día en el gimnasio o haciendo cualquier deporte, controlando las calorías en nuestras dietas, utilizando cosméticos,
tostando la piel, cambiando de peinado, de vestimenta o acudiendo a la cirugía para buscar nuestro ideal de belleza. Sin embargo, la historia nos dice
que este canon ha cambiado con el tiempo, que cada época ha tenido el suyo y, por tanto, los gustos han sido muy distintos de unas épocas a otras ya que
todos los prototipos que han existido y existirán responden a mentalidades diferentes, a otras necesidades, a otras formas de entender la vida, a otros
modelos de mundo que afectan a nuestra concepción de la belleza, concepción que se debe, en buena parte, a convenciones culturales. La literatura ha reflejado
este fluctuante canon de belleza, aunque, para dar una noción más exacta de ello, debemos acudir no sólo a la literatura, sino a la escultura y la pintura,
pues de estas dos artes tenemos testimonios más antiguos y variados sobre el canon de belleza.

2. El canon de belleza, realidad variable diacrónicamente

La historia de la estética debe incluirse dentro de la historia de la belleza, realidad más amplia en la que caben no sólo las obras realizadas por la mano
del hombre sino también cualquier objeto que haya sido percibido o sentido como bello, incluso la propia figura humana [2]. Es aquí donde vamos a detenernos.
Cabe preguntarse por qué el canon de belleza física humana tiene la cualidad de cambiar con el tiempo. El psiquiatra Luis Rojas Marcos [3] —preocupado
por lo que él llama tiranía o dictadura de la belleza que hace que un 80 % de las mujeres occidentales se sientan insatisfechas con su cuerpo y hasta un
20 % han pasado ya por el quirófano a remodelar su figura— no duda en señalar que el prototipo de belleza de la mujer delgada, causante de los trastornos
de la anorexia y la bulimia, está promovido por la industria de la belleza, que genera millones de euros y que está controlada por hombres. La obsesión
por la imagen, continúa el psiquiatra, ha ido impidiendo en muchos casos que la mujer pueda desarrollarse social y culturalmente, de modo que es la moda
lo que provoca la tiranía de la belleza a la que está sometida, sobre todo, la mujer.

En este mismo artículo se nos asegura que los cánones de belleza han sido casi siempre impuestos por los hombres, que han exhibido a las mujeres como trofeos.
La mujer fue apartada de los órganos de gobierno y de las responsabilidades sociales porque la sociedad machista instauró que su función era tener hijos,
cazar marido, hacerse cargo de la casa y complacer sexualmente al esposo. Para ello desde la adolescencia tuvo que acicalarse para gustar al hombre, el
cual diseñó su estética e incluso su comportamiento. El hombre siempre alabó más su aspecto físico que su capacidad intelectual y una mayoría de mujeres
se esclavizó: es la tiranía de la moda, la dictadura de la belleza, como propone este artículo, la que ha producido un índice tan elevado de personas insatisfechas
con su físico, mujeres que por cientos de miles visitan los gabinetes de cirugía plástica.

Los cánones o patrones de belleza, variables y pasajeros, han respondido a motivos sociales y económicos. Así, por ejemplo, las mujeres ricas de antaño
debían ser gordas para demostrar que no tenían por qué trabajar y que comían abundantemente. Hoy día, en los países desarrollados, la obesidad es considerada
una especie de epidemia que provoca miles de muertes debido a enfermedades derivadas del exceso de peso. Y eso no vende. Lo que hoy tiene éxito y se vende
es un cuerpo delgado, ágil y esbelto que demuestre a los demás que puede consumir alimentos escogidos y tiene tiempo suficiente para ir al gimnasio o hacer
deporte. Siempre ha habido motivos ocultos detrás de cada prototipo de belleza: si se quiere incrementar el índice de la natalidad el ideal de belleza
se forma con caderas anchas y pechos grandes; si se quiere ostentar la condición de clase social dominante se muestra la gordura en tiempos de hambruna
o crisis; si se quiere mostrar cuidado de la imagen, selección de alimentos, exaltación de la juventud y tiempo libre para cuidarse físicamente se muestra
un cuerpo con unas dimensiones de 90-60-90 con cabellos rubios y aspecto frágil, o cuerpos delgados, casi infantiles; si se quiere mostrar dinamismo, fortaleza
física, aventuras y exploraciones varias se presenta un cuerpo más musculoso y una tez más curtida.

Parece ser que estos tres primeros modelos se han alternado en la historia, aunque quizá por distintos motivos y con leves variantes. El último es una variante
del tercero, del contemporáneo, igual que existen otras variantes como el de la belleza tecnológica. Existe un modelo más, el postmoderno. El modelo postmoderno
parece haberse liberado de la estética para transformarse en bienestar físico, mental, intelectualidad y educación en valores. No obstante, el modelo postmoderno
no se ha impuesto en la publicidad. El canon de belleza femenino tiene una fórmula clave: el culto a la imagen. Se trata de una figura esbelta, altura
superior a la media, apariencia deportiva sin incurrir en lo atlético ni excesivamente musculoso, piel tersa y bronceada, ojos grandes, nariz pequeña,
boca grande y labios gruesos, medidas publicitarias (90-60-90), senos firmes, simétricos y sólidos, vientre liso, pelo largo (a partir de los 50 también
corto), piernas largas y torneadas y, sobre todo, tener menos de treinta años. La eterna juventud se ha impuesto en la estética: la figura firme, la forma
intacta y el resto de la vida por delante para cumplir los grandes sueños. Éste es el patrón del siglo XXI del que se beneficia el mercado. El ideal de
belleza masculino destaca la importancia del ejercicio físico para conseguir el arquetipo, como había hecho el mundo clásico de Grecia, de modo que la
estatura superior a la media, el cabello abundante, la frente ancha, los pómulos prominentes, la mandíbula marcada, las extremidades y el tronco levemente
musculosos, la espalda ancha y las piernas largas y deportivas no difieren excesivamente del canon propuesto por el Discóbolo de Mirón, salvo quizá por
unos pequeños detalles como lo de los pómulos y las mandíbulas, que en Grecia eran más redondeados y en la actualidad se prefieren más tipo Robocop o Terminator,
probablemente debido a la influencia de la robótica y la cibernética.

Los ideales estéticos de hombres y mujeres han seguido unos pocos patrones, de modo que el hombre ideal de la Antigüedad grecolatina, el del Renacimiento
y el contemporáneo son similares. Ahora bien, hablamos de unos pocos patrones en el ámbito de nuestra cultura, ya que si nos asomamos a otras quedaríamos
atónitos ante el ideal de belleza que existe en cada una de ellas. Por poner algunos ejemplos curiosos [4], en algunos pueblos de Birmania la belleza se
mide por los aros que se consigan colocar en el cuello de las mujeres, que puede alcanzar incluso 25 cms., hasta deformarlo por completo (les llaman las
mujeres jirafa), de modo que si llegasen a quitárselo se les romperían los huesos del cuello. La mujer tuareg es valorada según el número máximo de michelines
que consiga acumular en el vientre. A las adolescentes de Papua Guinea les estiran los pechos para dejarlos caídos; así tendrán más posibilidades de casarse.
Las etíopes deforman sus labios con discos de arcilla. Las Txucarramae se afeitan la cabeza. Otras se liman los dientes; en otras tribus se estiran las
orejas con peso o permiten que les venden los pies desde pequeñas para, con la excusa de la belleza de los pies pequeños, impedir su movimiento. El canon,
visto así, parece un catálogo de torturas, de las que no está exenta nuestra cultura occidental, aunque utilice otros medios. Y no muy distintos, pues
qué otra cosa que tortura es la perforación de las orejas para colocar pendientes, los tatuajes, los piercings, el hambre en las dietas, incluso los tacones,
que producen daños en la espalda.

Dentro de nuestra cultura occidental y a grandes rasgos —pues no podemos detenernos demasiado en ello [5]—, podemos decir que sólo a partir de la época
clásica puede hablarse de verdaderos cánones estéticos. De antes sólo podemos hablar de ciertas preferencias o tendencias estéticas que se desprenden de
algunas obras de arte antiguas o de diversas fuentes documentales. Así, gracias a las pinturas rupestres y, sobre todo, a algunas estatuas de la Prehistoria
como la Venus de Willendorf (Alemania), el canon de belleza era el de la mujer rolliza con gran ostentación de su nutrición, de su feminidad y de su capacidad
procreadora, consideradas protectoras y de buen augurio. Son estatuas de mujeres desnudas con grandes pechos y caderas. Las facciones de su cara y otros
detalles no se destacan. Algunas parecen representar mujeres embarazadas, y es muy probable que esas imágenes fueran esculpidas para propiciar la fertilidad
de la tribu y, en último extremo, la preservación de la especie y de la vida. Se trata sin duda de un canon estético —como todos, ideales— que representa
y relaciona la tierra madre y productora con la mujer madre y protectora. Parece, por último, que esas figuras, junto con los murales que representaban
actos sexuales, responden a una motivación primigenia por representar todo aquello que era mágico para el hombre primitivo y que impresionaba sus sentidos:
el amor, el sexo, la reproducción.

En la Biblia encontramos uno de los primeros documentos escritos preocupados por la belleza en la descripción de la reina de Saba en su visita al rey Salomón.
Sin embargo, no todo en la Antigüedad fue del mismo modo, ya que en Egipto (según desprendemos de las pinturas) tenemos una explosión de la estética corporal,
del peinado, del maquillaje, de la estilización, incluso de la cirugía, y todo ello hasta más allá de la muerte (recuérdense los productos de belleza hallados
junto a la comida en el ajuar funerario de la familia de los faraones).

El ideal estético del mundo clásico se fraguó en la antigua Grecia a partir sobre todo de la escultura. La belleza se concebía como el resultado de cálculos
matemáticos, medidas proporciones y cuidado por la simetría. Es hasta cierto punto lógico que esto se diera así en Grecia, pues en ese contexto es donde
nacen otras disciplinas como la filosofía entendida como conocimiento del mundo, de la ética y del hombre para ser más feliz. Dentro de este ámbito, la
escultura persiguió el ideal de belleza basado en el binomio de que lo bello es igual a lo bueno. El gran pionero de la teoría griega sobre el ideal de
belleza fue Policleto, a quien se atribuye el célebre tratado El canon, hoy perdido. Tanto la belleza femenina como la masculina se basaban en la simetría,
según la cual un cuerpo es bello cuando todas sus partes son proporcionadas a la figura entera. Ahora bien, hay sensibles diferencias entre el ideal femenino
y el masculino debidas, claro está, a la concepción cultural. Las esculturas de las mujeres, aunque proporcionadas, representan a féminas más bien robustas
y sin sensualidad. Los ojos eran grandes, la nariz afilada; boca y orejas ni grandes ni pequeñas; las mejillas y el mentón ovalados daban un perfil triangular;
el cabello ondulado detrás de la cabeza; los senos pequeños. En tanto que el ideal masculino estaba basado directamente en los atletas y gimnastas ya que
a atletas y a dioses se les atribuían cualidades comunes: equilibrio, voluntad, valor, control, belleza. Roma absorbió toda la iconografía de la escultura
griega con la leve variante de que, como pueblo más guerrero, al atleta le puso una armadura.

En la Edad Media, a grandes rasgos, nos encontramos con un ideal de belleza impuesto por las invasiones bárbaras, las cuales mostraban la belleza nórdica
de ninfas y caballeros. La fuente más importante para analizarlo es la pintura. La fe y la moralidad cristianas impusieron un recato en las vestimentas
y una práctica desaparición del maquillaje, que se consideraba contrario a la moral cristiana en cuanto que desfiguraba lo que Dios había creado. La censura
cristiana propició que, cuando tenían que mostrarse cuerpos desnudos, como la Caída de Adán y Eva o El Juicio final, los cuerpos se esquematizaban para
quitarles cualquier matiz de sexualidad. El ideal de mujer medieval, tantas veces pintado, entre otros, por Jan van Eick, presenta blancura en la piel,
cabellera rubia y larga aunque el pelo puede estar recogido, rostro ovalado, ojos pequeños, vivos y risueños, nariz pequeña y aguda, labios pequeños y
rosados, torso delgado y complexión ósea como corresponde a las nórdicas, caderas estrechas, senos pequeños y firmes y manos blancas y delgadas. La blancura
de la piel indica pureza y es al mismo tiempo símbolo de la procedencia del norte de Europa. Las vírgenes medievales presentan también estas mismas características.
En cuanto a los hombres, eran representados como auténticos caballeros guerreros del mismo estilo que los leeremos en las novelas románticas: pelo largo
que indica fuerza, virilidad y libertad, que llevaban los pueblos del norte de Europa para emular a sus reyes. Por lo demás, la descripción responde a
la de un caballero con armadura alto y delgado, fuerte y vigoroso, esbelto; pecho y hombros anchos para aguantar la armadura; piernas largas y rectas como
señal de elegancia y porte; manos grandes y generosas como símbolo de habilidad con la espada y de masculinidad.

El Renacimiento tiene un canon de belleza semejante al del mundo clásico, donde tenía su principal fuente estética. Así, se basa sobre todo en la armonía
y en la proporción. Italia se convirtió en el referente artístico y todas las artes reflejaron ese canon de belleza del mismo modo. Dentro de las producciones
artísticas, han quedado como emblemáticas en la historia el David de Miguel Ángel como canon de belleza masculina (aún hoy referente publicitario) y El
nacimiento de Venus de Sandro Botticelli de la femenina. Las características son bien conocidas: piel blanca, sonrosada en las mejillas, cabello rubio
y largo, frente despejada, ojos grandes y claros; hombros estrechos, como la cintura; caderas y estómagos redondeados; manos delgadas y pequeñas en señal
de elegancia y delicadeza; los pies delgados y proporcionados; dedos largos y finos; cuello largo y delgado; cadera levemente marcada; senos pequeños,
firmes y torneados; labios y mejillas rojos o sonrosados. En el ideal masculino no voy a entrar. Todos tenemos en mente la escultura del David; tan sólo
añadiré los cabellos largos y relucientes, las cejas pobladas y marcadas, la mandíbula fuerte, los pectorales anchos, y que son figuras imberbes por lo
general. De maquillaje tenemos sólo el colorete y el carmín para esos tonos rosas de la cara. Eso sí, el vestido es bastante suntuoso, aunque los renacentistas,
en su afán por mostrar la perfección corporal, gustaban de mostrar la desnudez de los cuerpos.

Todo se complica el siglo siguiente. El Barroco fue la edad de la apariencia y la coquetería. Las cortes europeas enfatizaron su poder mediante el arte
de la apariencia y la fastuosidad. La Ilustración del siglo XVIII puso fin a esto e impuso la sobriedad en las formas, aunque no abandonaron ciertos hábitos.
Me refiero, por ejemplo, a las pelucas tanto en hombres como en mujeres. Pero lo que más destaca del Barroco es la proliferación, uso y abuso de perfumes,
carmines, lunares, corsés, encajes, ropas suntuosas, zapatos de tacón, espejos, joyas, pomposidad, peinados, coquetería, en suma. No en vano, nació la
palabra "maquillaje" y se extendió por varias lenguas, muchas veces como sinónimo de truco y engaño. El ideal de belleza femenino era, por tanto, bastante
artificial. En cuanto al físico en sí, se pueden adivinar tras los ropajes y afeites unos cuerpos más gorditos que en el Renacimiento, pechos más prominentes
resaltados por los corsés, anchas caderas, estrechas cinturas, brazos redondeados y carnosos, piel blanca, hombros estrechos. De los hombres detaca el
mucho pelo (muchas veces con peluca), la piel muy blanca y las mejillas rosadas y, por encima de todo, unos trajes suntuosos de infinitas capas.

Desde entonces hasta ahora ha habido muchas modas: la gracia, ligereza y galantería del rococó; la sobriedad de la Ilustración; la moda del dandi inglés,
etc. El siglo XX ha impuesto diversas tendencias que, como expusimos antes, dependen de motivaciones económicas y de lo que se quiera mostrar: cuerpos
rellenitos porque no se quiere dar a entender que se pasa hambre; cuerpos "danone" si se quiere mostrar que hay un alto nivel de vida que permite seleccionar
los alimentos, preocuparse por la imagen e ir al gimnasio. Ha habido momentos en el siglo XX que el ideal de belleza femenina ha estado más próximo al
primer modelo que al segundo, especialmente en periodos de entreguerras e inmediatas posguerras. Ahora bien, parece evidente que a partir de los años 60
la tendencia —pese a la individualidad que algunos proclaman— es la de los cuerpos delgados, gran altura, vientres lisos, cabello abundante, ojos grandes,
nariz pequeña, labios carnosos, senos simétricos y sólidos, piernas largas y delgadas, cadera marcada aunque no excesiva, cuerpos bronceados, y, sobre
todo, jóvenes (sin arrugas). Ha habido leves alternativas, por ejemplo, en los setenta, cuando predominó la estética de figura recta, sin cadera ni pecho,
alta y extremadamente delgada, tipo Barbie en el trance de una severa dieta. De nuevo las caderas y pechos han adquirido formas más redondeadas y voluminosas
en las últimas tendencias.

En la más estricta actualidad, parece que son los cómics y las nuevas tecnologías —junto con los medios de comunicación— los que proporcionan los nuevos
patrones de belleza. Quizá ahora el icono de belleza femenina lo proporcionen los vídeo-juegos: superhéroes y hombres Madelman (musculosos, atléticos,
poco locuaces, siempre con ganas de guerra) y mujeres Laracrofts (de unos contornos fantásticos, en ambos sentidos de la palabra), en fin, seres virtuales,
ciberseres que se desenvuelven con inusitada ligereza en las pantallas de los ordenadores, a los que intentan encarnar como pueden los grandes actores
de Hollywood con más o menos éxito.

De modo que, volviendo a nuestro punto de partida, el hombre ha cambiado mucho y muchas veces el concepto de belleza a lo largo de la historia cuando en
realidad llevamos desde hace cuatro mil años aproximadamente teniendo la misma apariencia física. Por poner un ejemplo, los griegos eran exactamente iguales
que nosotros, quizá con unos centímetros menos solamente. ¿Por qué, entonces, ha cambiado tanto nuestro concepto de belleza? Profundizando en la idea de
Rojas Marcos, los cambios de patrón estético han respondido a las relaciones entre la imagen y la ideología del poder, especialmente en las mujeres, históricamente
más sometidas. El físico femenino se ha valorado como un objeto más. Alicia Giménez-Bartlett ha profundizado en ello en un ensayo titulado La deuda de
Eva [6]. Arguye que la belleza nunca es inocente; siempre hay razones inconfesables detrás de los cánones, en todas las épocas. Las matronas romanas debían
dar ejemplo de dignidad con su sobriedad física; las bellas renacentistas reflejaban en su delgadez la espiritualidad de la época; las nobles francesas
de antes de la revolución mostraban con sus hábitos imposibles y pomposos que nada tenían que ver con el populacho. La modernidad, según la autora —con
la que desde luego coincidimos— es quizá menos teórica pero no más tolerante. Se sustituyen las ideas por el dinero y todo encaja. Los cánones de belleza
actuales implican que gastemos dinero sin medida para alcanzarlos: gimnasios, dietas, siluetas, cirugía para la eterna juventud. La gran mayoría de los
humanos han pasado y pasarán por esa especie de tiranía de la moda y del canon de belleza porque así ha sido desde siempre, incluso —piensa la autora—
muy probablemente desde los tiempos de los hombres y los mamuts. Vivimos pendientes de nuestra apariencia. Es posible que eso sea innato en el ser humano
aunque debamos variar por completo la imagen que la naturaleza nos dio.


4. Bibliografía. Notas.

[1] Davis, L. G. (1977), Resistirse a la novela. Novelas para resistir. Ideología y ficción. (Trad. de Ricardo García Pérez). Barcelona: Debate, 2002, pp.
78-79.

[2] Eco, U. (2002), Historia de la belleza, (trad. de María Pons Irazábal). Barcelona: Lumen, 2005, pp. 9-13.

[3] Rojas Marcos, Luis: La dictadura de la belleza. Fusión. Revista mensual electrónica. Abril de 2005. Disponible en la web:

[4] Lugones Botell, M. et al., (1977) Sexo, cultura y sociedad. Cuba: evolución, Sexología y Sociedad, pp. 20-22 y Orlandini, A., (1994), El enamoramiento
y las parejas. Santiago de Cuba: Editorial Oriente, p. 155.

[5] Giménez-Bartlett, A., La deuda de Eva. Barcelona: Lumen.

[6] Ibídem.

[7] Cuadrado, C. et al. (1999), Las imágenes en clase de E/LE. Madrid: Edelsa, p. 22.




Alimentar la belleza
Tras el mensaje publicitario de cuidarse 'desde dentro' se han lanzado al mercado nuevos productos alimenticios, los llamados 'nutricosméticos'

Alimentos y bebidas que aseguran mejorar el tono de la piel, el brillo de los ojos, eliminación de las arrugas y aumento del volumen del cabello, han irrumpido
en nuestros mercados con una buena acogida. Grandes y conocidas marcas de los sectores de la industria alimentaria y la cosmética se están aliando para
crear productos que compitan en el sector de la belleza con un futuro más que prometedor.

a.. Autor: Por ELENA PIÑEIRO
b.. Fecha de publicación: 3 de abril de 2008

El colágeno, el ácido hialurónico, el coenzima Q10 y el aloe vera, conocidos ingredientes de cremas, mascarillas, maquillajes y champús, comenzaron a aparecer
en el etiquetado nutricional de aguas de bebida que anunciaban propiedades cosméticas, ideadas para realzar la belleza del cuerpo humano. Hoy día, cada
vez son más los productos (leches fermentadas, refrescos y zumos, entre otros) que incluyen alguno de estos ingredientes con estos fines.

Mercado mundial de la nutricosmética
Un ejemplo que funciona en países como Japón es la alianza entre dos grandes empresas reconocidas, una alimentaria y una de cosméticos. Ambas empresas han
desarrollado y lanzado al mercado japonés el agua 'adelgazante' cuyo concepto se basa en la teoría del aroma de Shisheido, la cual sugiere que el efecto
de la fragancia de las frutas como el pomelo puede aumentar la producción de un tipo de proteínas UCP (UnCoupling Protein) que actúa sobre los adipocitos,
promoviendo la combustión de grasa dentro de la célula.

En EE.UU. con el reclamo de 'Una piel sana desde dentro' y con apuestas innovadoras, una empresa de cosméticos se ha convertido en la primera que basa el
cuidado de la piel no sólo en productos tópicos, sino en fórmulas que se ingieren de forma oral, y que cuenta como producto estrella con un agua que lucha
contra las arrugas. Las sustancias responsables de los anunciados efectos de esta bebida son un complejo de vitaminas antioxidantes y minerales como el
magnesio o el cinc, cuyas proporciones varían en función del objetivo que se pretenda conseguir: tratamiento del acné, tratamiento reafirmante, anti-edad,
anti-envejecimiento, entre otras.

Golosinas con gran contenido en colágeno se venden como alternativa a las inyecciones de relleno de pómulos y labios

En el Reino Unido triunfa un agua mineral que lleva fibra dietética para promover el buen funcionamiento de tracto digestivo, extracto de aloe vera para
combatir el estreñimiento, extracto de alcachofa como apoyo a la función detoxificante del hígado y la vesícula biliar; vitaminas C, B6, niacina, ácido
pantoténico, ácido fólico y calcio para ayudar a mantener el sistema de defensas. Está concebida como un valor añadido a la hidratación y se ofrece como
una alternativa al agua mineral natural.

Belleza a través de los alimentos
En occidente, una de las pioneras del lanzamiento de alimentos cosméticos a gran escala ha sido una reconocida empresa láctea. Un ejemplo de 'dermonutrición'
es una leche fermentada con efectos cosméticos o dermatológicos, que según estudios clínicos realizados por la propia empresa, consigue reducir de forma
significativa la pérdida transepidérmica de agua, mejorando la hidratación de la piel, su calidad y salud. El secreto está en la adición de un complejo
de ingredientes como el aceite de borraja, la vitamina E, antioxidantes del té verde y fermentos probióticos exclusivos, que van dirigidos a las capas
más profundas de la piel.

Según los propios productores, estas sustancias contribuyen a conseguir la diferenciación de las células epiteliales más externas de la dermis, potenciando
su efecto de barrera ante los agentes externos. El café y el cacao no se quedan atrás en la carrera de la 'nutricosmética'. Una empresa danesa tiene previsto
vender a través de máquinas expendedoras en centros de belleza, gimnasios y centros de fitness, un chocolate caliente con una alta concentración de flavonoides,
asociados con la salud de la piel y el efecto anti-edad.

Otra empresa líder de alimentación ha ideado una bebida con base de café que aprovecha su alto contenido en vitaminas para caracterizarla como protectora
frente a los radicales libres, que dañan el sistema de defensas y el material genético de las células. Las golosinas rellenas de colágeno con sabor a fresa,
frambuesa o pomelo se están intentando introducir en el mercado europeo desde Japón. Contienen 300 miligramos por unidad de esta importante proteína estructural
y se venden como alternativa a las inyecciones de colágeno como relleno de pómulos y labios.

¿Son seguros?

Todos estos productos innovadores y muchos más que pronto veremos en el supermercado y puntos de venta especializados, se están clasificando bajo los términos
'funcional' o 'nutracéutico'. La definición de estos términos, avalada por la legislación alimentaria europea, no es coherente en muchos casos con el tipo
de alimento que se está anunciando. Está claro que un caramelo o una sopa concebidos para aumentar el volumen de los labios no son un alimento diseñado
para tener un efecto positivo en la salud, como lo serían los yogures ricos en esteroles o los productos con omega3, que disminuyen el riesgo cardiovascular.

En cuanto a la parte cosmética, la legislación comunitaria y, por tanto, la española, exige la existencia de un dossier en los productos cosméticos que
contenga la fórmula cuantitativa y cualitativa del producto, especificaciones fisicoquímicas y microbiológicas de las materias primas y del producto acabado,
el método de fabricación, la evaluación de la seguridad para la salud humana del producto acabado, los datos existentes sobre los efectos no deseados del
producto para la salud humana y, sobre todo, pruebas que demuestren el efecto reivindicado por el producto cosmético.

En el gran abanico que se está desplegando de alimentos cosméticos, hay marcas y países que ofrecen garantías de seguridad, porque avalan sus productos
con estudios que prueban y explican el nexo entre el alimento y sus acciones sobre el organismo. Pero hay otros muchos países y productores que no lo hacen.
Por ello, según Jesse Halliday, periodista y editora de NutraIngredients.com, uno de los más prestigiosos y reconocidos sitios web sobre alimentos y bebidas
con origen en el Reino Unido, reivindica la necesidad urgente de una distinción legal entre todos estos productos y que el término 'nutricosmético' no
se convierta en una especie de cajón de sastre con cabida para todo.



Deseamos una vez más, que la presente edición haya sido de vuestro agrado.
Las opiniones aquí vertidas reflejan exclusivamente el pensamiento de sus autores, y las mismas pretenden abrir un espacio de reflexión sobre los temas aquí tratados, sin afectar la sensibilidad de los lectores.

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Un beso y un fuerte abrazo para todos a la distancia.

Diagramación y corrección: Soledad Fontela

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