Nuestro logo presenta la imagen de El Quijote de la Mancha, el que cubre sus ojos con lentes negros y porta un bastón en lugar de su lanza. Detrás de él se puede observar un molino de viento con cuatro aspas.

Politeama 9 parte A

POLITEAMA
REVISTA ELECTRÓNICA editada por el Taller Cultural
SIN SO CIEGO
GAño 1 – Nº 9, parte a – Agosto de 2008

UNA MIRADA DIFERENTE PARA OBSERVAR CON OTRA OPTICA, LA CULTURA URUGUAYA Y DEL MUNDO A TRAVÉS DE SUS DISTINTAS MANIFESTACIONES

INDICE DE CONTENIDO:



Las apariencias engañan
Desde uno mismo, hacia los demás

Los humanos somos seres complejos, poliédricos, con actitudes, emociones y comportamientos poco coherentes entre sí, si no abiertamente contradictorios.

Llegamos a estar enamorados de dos personas a la vez, a odiar y apreciar al mismo tiempo a un mismo individuo, a prodigar auténticas ceremonias de hipocresía
con nuestra pareja, amigos, compañeros de trabajo o familiares. Cada día pensamos una cosa y hacemos otra bien distinta al respecto; unas veces actuamos
así por no hacer daño a los demás, otras por pura conveniencia, por comodidad, ... Vamos modelando nuestra manera de ser en función de lo que los demás
esperan de nosotros. Pero las cosas no suceden así por casualidad. Al cabo de los años, vivimos circunstancias en que es más sensato y conveniente "maquillar"
nuestro comportamiento, adecuarlo al contexto, ocultar nuestros verdaderos sentimientos, moderarnos en nuestras respuestas o amordazar nuestra espontaneidad
en aras de una supuesta convivencia armoniosa.

Lo peligroso de este juego, el de las apariencias, el de los secretos y mentiras, es que muchos naufragan en él. Y sobreviene el vacío: "¿quién soy en realidad?".
Este fracaso, este desencuentro con uno mismo, puede deberse tanto a la pérdida (u olvido) de la propia identidad personal (de puro jugar, se olvida uno
de lo real, lo que queda tras la representación), como al desconcierto y el temor que nos asolan ante las situaciones difíciles. Y no es extraño, porque
las reglas, muy sutiles ellas, no están escritas, y las experiencias ajenas difícilmente sirven. Estas representaciones actorales, asumidas con naturalidad
por casi todos, no serán perjudiciales si mantenemos la cabeza fría y sabemos distinguir lo que pensamos, lo que hacemos y lo que, en definitiva, somos
de verdad. Conocer a fondo el juego de las apariencias puede resultar entretenido y muy instructivo, además de que aprenderemos mucho sobre el género humano.
Y sobre nosotros mismos.

Cumplir con lo previsto

Crear nuestra imagen y consolidarla ante el exterior y ante nosotros forma parte del aprendizaje para la vida. A medida que crece la competitividad, lo
hacen las comparaciones; de ahí la trascendencia de que cumplamos con el prototipo que entendemos se nos ha asignado. La duda surge cuando nos preguntamos
si mi imagen exterior y mi comportamiento son los que los se esperan en mí. O, aún peor, cuando nos interrogamos si cumplimos nuestras propias expectativas,
si nos gustamos realmente. A fuerza de creer que si no soy ese alguien que los demás "exigen" no seré nada, no me querrán o no me aceptarán, puedo interiorizar
esa imagen-modelo, y acabar comportándome sin discernir si quien así actúa soy yo o mi proyección impostada.

Es como si mi yo y mi réplica se entremezclasen de continuo consiguiendo una fusión. La trampa radica en que, al final, esa mescolanza me resulte ajena,
no sepa quién soy y, aún peor, qué quiero ser. O que la imagen que los demás se han hecho de mí (con mi colaboración y consentimiento) sea tan distinta
de lo que soy en realidad que surjan esos contrastes que pueden sumirnos en las dudas, o propiciar alguna crisis de identidad. La imagen que he fabricado
me protege de mi yo auténtico y me impide el encuentro con él, obligándome a vivir constantemente desde el sentir ajeno.

Mi comportamiento, en suma, llega a no depender de lo quiero, siento o pienso, sino de lo que creo que en cada situación se espera de mí. Una manera de
actuar que en lugar de regirse por el "yo así lo entiendo y así obro", se guía por el "quedar a la altura de las circunstancias", de las expectativas que
hemos alimentado en los demás. El qué hacer queda supeditado a lo que intuyo que es "lo que ellos creen que debo hacer".

Limitamos la percepción de nosotros

Conceder demasiada importancia a la imagen, a cómo nos verán los demás, mina mi autoestima y propicia miedos e inseguridad, además de incidir (muy negativamente)
en la pérdida de referencias sobre mí mismo. Me aísla del mundo, puesto que tan sólo permito que se me conozca desde una perspectiva, la única que proyecto
hacia los demás cuando me relaciono. Muchas parejas, tras convivir durante décadas, descubren que no se conocen en lo fundamental, en lo íntimo, aunque
sepan al dedillo las manías y costumbres de su cónyuge. Para proyectar nuestro verdadero yo, hemos de conocernos (no es fácil, requiere un poco de introspección
y hacernos preguntas a veces complicadas de responder sinceramente), atendernos, escucharnos y amarnos. Y, desde ese punto de partida, relacionarnos con
los demás.

Ahora bien, ser yo no significa ignorar las reglas sociales que cada espacio y grupo de personas requiere. Sin dejar de ser yo, no me mostraré de la misma
forma cuando solicito un trabajo, hago el amor con mi pareja, la compra, o ceno con amigos. Sin arrinconar la consciencia de quién soy, adoptaré las maneras
que entiendo convenientes; pero siendo y sintiéndome artífice de mi vida. La mejor fórmula para que me quieran es queriendo yo como lo que soy: una persona
auténtica, íntegra y real.

Ser, no aparentar.
Cómo encontrarnos mejor, desde nosotros mismos:

a.. Atendiendo preferentemente a nuestros sentimientos, gustos y raciocinios (es necesario conocernos bien). Y prestando sólo atención relativa a las expectativas
de los demás.
b.. Recordando que el derecho de vivir según pensamos y sentimos, también ampara a quienes nos rodean.
c.. No juzgándonos a cada momento, sino reflexionando con cariño y espíritu crítico sobre nuestras decisiones.
d.. Practicando la autoafirmación. Somos únicos, e irrepetibles. No hemos de copiar planteamientos ni criterios ajenos. Los nuestros son válidos, mientras
no se demuestre lo contrario.
e.. Teniendo claro que cada decisión corresponde a un "aquí y ahora" y que podemos cambiar de opinión. Y de manera de actuar.
f.. Aceptándonos, queriéndonos y gustándonos tal cual somos. Asumiendo nuestras contradicciones e intentando mejorar cada día.
.. Siendo cada uno nuestro mejor amigo, para poder llegar a ser un auténtico amigo de los demás. De quienes nos aprecien por cómo somos en realidad.
PIAB

BELLEZA, PERFECCIÓN Y UNIFORMIDAD.

"En el ámbito de la comunicación no verbal, el aspecto es, sin duda, la señal que más influye en la percepciones, tanto en las reacciones de todos los individuos
en general como en las de cada uno en particular. Las manipulaciones de la imagen corporal tienden a poner en manifiesto los atractivos del cuerpo. La
experiencia general demuestra que las personas atractivas gustan, y los expertos en los medios de masa confirman que, en nuestra sociedad, la seducción
constituye un factor clave en el comportamiento y en la comunicación. Nuestra experiencia ante los demás es el resultado de la arquitectura anátomica del
cuerpo y de todas sus modalidades expresivas." Nicola Squicciarino, "El vestido habla".
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El incremento de los trastornos del comportamiento alimentario en Colombia y en el mundo se relaciona de manera íntima con instancias de poder económico
y simbólico como la moda y los medios masivos, al construir estos en las personas ciertos criterios de percepción del prójimo que afectan aspectos tales
como la apreciación de la belleza, de la perfección o de la uniformidad. Parte de esa construcción de ideales que generan los medios propagadores de la
cultura masiva es la perpetuación de la creencia popular de que la anorexia es una enfermedad casi exclusiva de adolescentes preocupadas en exceso por
su apariencia física. Ese mito se ha convertido en un arma de doble filo para la sociedad en general, primero, porque oculta bajo la capa de "echemosle
la culpa a la cultura masiva, a las modelos hiperdelgadas, a la televisión para adolescentes, al cine comercial, etc..." la problemática familiar profunda
que existe en estos casos y que ha desbaratado las "defensas psiquicas" de la persona, haciéndola vulnerable al bombardeo de los medios de comunicación
y sus contenidos tendenciosos que relacionan éxito, felicidad y belleza con delgadez y, segundo, porque esa certidumbre sólo se limita a nominar el problema
sin cuestionar cómo salir de ese patrón, cómo no ser un esclavo de las construcciones ideológicas y simbólicas de la sociedad de consumo que generan ciertas
formas condicionadas de ver el mundo y afectan nuestras ideologías políticas, las metas profesionales, el ideal de pareja a tener o incluso la forma como
queremos envejecer y morir. Hecha esta aclaración -casi que una declaración de principios- exploremos un aspecto que determina el ideal a seguir por la
gente con tendencias latentes a desarrollar trastornos alimentarios: la belleza física en la sociedad de consumo.

Para intentar responder a la pregunta ¿por qué las mujeres tiene que vivir tan pendientes de su apariencia externa? es importante situarnos desde dos esferas
diferentes pero complementarias ente si: lo biológico y lo cultural. Para el primer aspecto las explicaciones pueden ir de la mano de Sherwin B. Nuland,
profesor de cirugía, historia de la medicina y bioética de la Universidad de Yale.

"Podría argumentarse que nuestra búsqueda de la belleza puede, en cierto sentido, rastrearse hasta el impulso primitivo de preservar el ADN. El placer es
el trofeo eventual que recibimos por obedecer nuestros instintos de supervivencia. El placer hace que la vida sea soportable y valga la pena preservarla.
Las diversas formas en que ha sido descubierto y creado el placer por la humanidad no puede considerarse sino dentro del contexto de la adaptabilidad biológica
y del entendimiento de la fábrica del cuerpo humano. Sin embargo, dentro del potencial pleno del pensamiento estético, existe una cualidad inexplicable
que trasciende el simple hecho de preservar la vida."
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Dicho en otras palabras:

"La ciencia examina la belleza y proclama como una estrategia: "Belleza es salud -me asegura una psicóloga-. Es una valla donde se lee 'estoy sano y soy
fértil'. Puedo trasmitirlos a tus genes ".
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Por eso:

"El óvulo sólo quiere una cosa: no morir sin haber sido fertilizado. Todas esas pasiones y poemas, todas esas furias y rosas, toda esa sexualidad y sutileza
con que la humanidad ha adornado el dulce preludio de la fertilización están al servicio de la necesidad del óvulo. Los imperios caen, las pasiones estallan,
se escriben grandes sinfonías, y detrás de todo esto existe un único instinto que exige satisfacción: el óvulo tiene que salirse con la suya..... encarna
el principio de la preservación de la especie. Aún más que eso, encarna el principio de la vida."
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Una conclusión bastante fuerte, racional y científica para dos aspectos a los cuales la Humanidad ha dedicado centurias: el amor y la belleza. Pero a veces
las cosas no son blanco o negro.En pruebas hechas desde la decada de los 80 por Judith Langlois se ha determinado que: "Puede que los seres humanos sean
promediadores natos del conocimiento, aún los niños más pequeños han visto millares de rostros, y es posible que hayan elaborado a partir de ellos un promedio
que usan para comparar". Por eso para Langlois los humanos son, claramente, coinófilos, termino que significa que se inclinan hacia el promedio y deriva
de las palabras griegas koinos, "común" y filos "amor".

Sin embargo, aunque Langlois y otros afirmen que la belleza de unas personas proviene de sus rasgos 'promedios' -y pocas veces los rasgos promedios implican
belleza en las culturas occidentales ávidas de bellezas raras y originales- la apreciación de belleza en la mujer quizás se puede deducir de otra característica
importante: la hiperfemineidad.

Víctor Johnston -profesor de biopsicología de la Universidad Estatal de Nuevo México- sobrepuso 16 imágenes digitales de rostros femeninos ideados al azar
por una computadora y las sometió a calificación en una convocatoria abierta en una página web. En dicho experimento participaron más de 10.000 personas
y después de 20 generaciones, producto de la mezcla de esas 16 primeras imágenes, se obtuvo la-mejor-de-todas, una 'hiperhembra' -mucho más femenina que
el promedio- la cuál posee el maxilar inferior más corto, labios más carnosos y los ojos ligeramente más grandes.
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Otros autores en la revista científica "Nature" en un artículo denominado "Effects of sexual dimorphism of facial attractiveness" -"Efecto del Diformismo
sexual en el atractivo facial"- respaldan la anterior teoría y agregan además que las mujeres, de acuerdo a su ciclo hormonal, pueden preferir algunas
veces hombres masculinos y otras veces hombres con rasgos más delicados. Pero siempre el individuo "objeto de deseo" tiene características más suaves que
los individuos promedios.

Un estudio realizado por la Universidad de Michigan reveló que las personas que tienen facciones asimétricas presentan más probabilidades de sufrir depresión,
desarrollar enfermedades gástricas, trastornos de sueño y dolor de cabeza. Lo anterior no es de extrañar si se tiene en cuenta que la belleza delimita
hasta cierto punto las relaciones sociales y aquellos que no son 'bien parecidos' tienen mayor dificultad a la hora de conseguir empleo, encontrar pareja
y entablar una amistad.
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Mas las ventajas de la belleza no pasan desapercibidas ya que "en la era de los valores feministas y políticamente adecuados, sin mencionar la creencia
de que todos los hombres y mujeres somos iguales, el hecho de que en realidad no lo sean e incluso que algunos seres sean más bellos que otros intranquiliza,
confunde y hasta molesta".
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"
Si bien hoy la belleza no genera guerras de Estados lo cierto es que este adjetivo sigue determinando en cierta medida los parámetros de comportamiento
entre las personas."
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Esa es una de las hipótesis del periodista Daniel MacNeill, quien acaba de publicar The Face, un libro en el que analiza detalladamente las características
faciales desde el punto de vista anatómico y las implicaciones que éstas tienen en las relaciones sociales y culturales. Para MacNeill el estereotipo es
tan marcado que en la mayoría de los casos se asocia directamente a alguien bello con la imagen de una persona exitosa, buena, triunfadora, alegre, simpática
y saludable. Todo lo contrario ocurre con los feos, quienes a primera vista son calificados como seres gruñones, odiosos, malvados y enfermos.

A pesar de todos esos prejuicios o condicionamientos, McNeill sorprende concluyendo que, aunque el atractivo físico es fundamental en la impresión que tiene
un ser de otro en el primer encuentro, luego de un tiempo de conocerse mejor las perspectivas pueden cambiar. La gente empieza a preferir cualidades como
la simpatía, la ternura, la inteligencia y la amabilidad. McNeill cree que en estos casos la genética pierde el primer plano y la mente redefine los patrones
de belleza y le brinda a esos rasgos corrientes cierto grado de encanto.

Conclusión: No siempre belleza está ligada a perfección; primero, porque en la misma apreciación de la perfección entran, con el tiempo, criterios distintos
a los físicos; segundo, porque nuestra forma de percibir la perfección física puede estar errónea y lo que entendemos por ello es el promedio de ciertas
cualidades que hemos visto en muchos rostros o cuerpos; tercero, porque quizás la perfección y la percepción de belleza están muy relacionadas con algunas
hormonas que determinan, en ciertos momentos, características femeninas exageradas o latentes en la mujer y en el hombre: y cuarto, porque no hay perfección
cuando la belleza -o su carencia- se utiliza como criterio discriminador para juzgar a las personas.

Para evitar esos criterios discriminadores, muchas veces la belleza se ha "vestido" con las ropas de la uniformidad -facultad inherente a un grupo determinado
de cosas que tienen la misma forma y el mismo aspecto- . Por eso, además de los adornos externos, los hombres primitivos apelaban -entre otras cosas- a
la pintura, al tatuaje, a las deformaciones corporales y a la escarificación, como formas de marcar sobre su propia piel señas con el fin de comunicar
a los demás algo inherente a su perfección e identificación con el clan.

Es así como la indumentaria, además de resaltar ciertos atributos también se puede ver como un modo de uniformar su valía, institucionalizando los modos
de vestirse de cada pueblo. Cada cultura ha elaborado formas particulares de adornarse /identificarse, modos de comunicación inherentes a la indumentaria
que indican sentido de pertenencia, rango dentro del grupo, prestigio social, etc. Pero todos se ciñen al esquema, el que no lo hace es extraño, imperfecto,
no tiene sentido de pertenencia.

Por ser parte del esquema todavía algunos se liman los dientes, se hacen tatuajes en todo el cuerpo, manipulan sus formas craneales, usan aros en sus cuellos.
Es como si se los exigiera esa particular forma de cerrar un circulo social en donde sólo aquellos que estén dispuestos a pagar el precio pueden estar.
Pero quieran o no hacerlo, estén de acuerdo o no, sus integrantes siempre tendrán que ajustarse a los parámetros que cada grupo social específico les exija.

Esos criterios, unidos a las construcciones ideales de mujeres que venden los medios y que la mayoría del "sexo debil" no puede alcanzar, hacen que ellas
esten avergonzadas de lo que creen son cuerpos inferiores y distorsionen la imagen de su cuerpo, de su belleza natural, creyendo ser una talla más grande
de lo que en verdad son.
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Y es que la belleza es hoy en día un concepto que dejó de ser abstracto, subjetivo, indefinible, y se convirtió en todo lo contrario: concreto, "objetivo"
y homogéneo. Los estándares con los cuales se "mide" si una persona es bella són cierta edad, cierto peso, tipo de rostro o cuerpo. Por ello Alicia Machado
desencadenó un escándalo para primera página de tabloide al engordar unos kilos siendo Miss Universo; Kate Winslet, la protagonista de la película más
taquillera de la historia, es centro de críticas al ser rolliza y las modelos no tienen una vida "útil" en su trabajo mas allá de los 35.

La mundialización económica y cultural aunque es incapaz de acabar con los patrones culturales tradicionales arraigados en cada pueblo de la faz de la
tierra, se superpone a estos con sus propios patrones y crea una dicotomía entre los valores "homogéneos y universales" -convertidos en "homogéneos y universales"
a fuerza de masificación, de publicidad estratégicamente creada, de imposiciones del mercado, de utilización de elementos comunes en muchas culturas, entre
otros- y lo tradicional, reinterpretado por muchas personas que tienen como ambiente el primer paradigma cultural como "viejo, arcaico, fuera de onda".

Por eso las interpretaciones que una persona común -cuya vida se desarrolla en un ambiente amalgamado entre el paradigma viejo y nuevo- realiza de las personas
consideradas bellas por las revistas o la televisión son contradictorias o se están redefiniendo y, en esa particularidad, muchas veces se concentra el
atractivo especial de las mismas.

Exploremos un poco ese aspecto utilizando, en primera instancia, a los juveniles y andróginos modelos de Calvin Klein y a los también juveniles nuevos ídolos
de la televisión norteamericana , todo esto relacionándolo, por supuesto, con la formación de los trastornos alimentarios en muchas personas y con un poco
de Historia.

Androginia, Griegos y los efebos de Calvin Klein, Versace y otros modistos.

El mundo occidental en el cuál estamos inmersos no podría existir sin las bases culturales de la Hélade. Gracias a los griegos aprendimos a filosofar, a
centrar el mundo en función de los hombres y no de los dioses, nos convertimos en discípulos de Sócrates y su implacable lógica, heredamos la inventiva
de Arquímedes, vivenciamos la profundidad de las pasiones humanas mediante las tragedias y tenemos unas construcciones simbólicas nacidas de bellos mitos
atemporales. Pero hay algo más que marcó con hierro forjado la cultura en la que habitamos, el concepto griego de belleza.

En "El Banquete", Platón inmortaliza varios conceptos clásicos sobre el amor y la belleza. En uno de los relatos allí narrados, el amor y la sexualidad
se unen de forma inexpugnable cuando el sentimiento involucrado va mas allá del deseo de la carne y son las almas, por intermedio de los cuerpos, quienes
se comunican entre si. En otro relato presenta el amor vulgar de Afrodita Pandemo y el amor ideal de Afrodita Celeste y hace una reflexión velada acerca
de la sexualidad de los dioses y de su contraparte en los humanos.

También explica la belleza del cuerpo de un chico que empieza a convertirse en hombre y cómo ser parte de ese despertar hace más valioso el amor entre un
adulto y ese efebo, incluso parece que es el alma, lo que irradia ese joven, lo que lo hace valioso y deseable. Un claro precedente de lo que hoy se llama
"factor x", la cualidad que destaca a una supermodelo de una mujer hermosa. Quizás por esos conceptos interiorizados en nuestras mentes gracias a la educación
tradicional nos parece normal que los modelos que aparecen hoy en las revistas de modas parezcan los nuevos efebos de la corte griega.

No los modelos musculosos y con caminado de nevera portátil sino los chicos de Calvin Klein y similares, adolescentes o adultos jóvenes con rasgos andróginos
y características de inocencia y madurez sexual tan amalgamadas entre sí que se vuelve imposible separar un aspecto de otro. Si creemos que la sociedad
es circular (al menos la moda lo es, siempre regresa a sus orígenes) y vuelve donde comenzó, es lógico que los conceptos esbozados en "El Banquete" respecto
a la belleza física vuelvan a imponerse de forma subrepticia o abierta.

Desde hace 20 años pensadores como Baudrillard están escribiendo sobre lo interesante que resulta a nivel simbólico y conceptual el hecho de que muchas
modelos carezcan de cuerpos con características femeninas de facil resaltación y cómo esto deriva en androginia. Nada ha variado en los comienzos del tercer
milenio, en los catálogos de modas cuesta trabajo reconocer modelos con un par de senos que se puedan coger en manos que no sean de bebé, para no mencionar
las otras características sexuales femeninas secundarias. Si los griegos antiguos que carecían de las ventajas massmediáticas (pero tenían un marcado interés
por la comida y su relación con el cuerpo esbelto) sufrían de claros antecedentes de Bulimia y Anorexia: ¿cómo esperar que las modelos, ante el deseo de
la industria de que sean hiperdelgadas y parezcan preadolescentes desvalidas, no incurran en trastornos alimenticios como la anorexia que en su concepción
simbólica justamente trata de una represión al cuerpo para impedir que desarrolle su madurez sexual?.

Los nuevos dioses del Olimpo

En los países industrializados se dan subsidios para espectáculos a las personas mayores de 60 años. Está mal!, se le deberían dar a todo aquel que pase
de los 40 años, los revele y no sea una persona famosa. La actual sociedad idolatra además del dinero, a la juventud, y como ésta última se ha asociado
con sexualidad exacerbada, ay de aquel que no use al menos una caja mediana de preservativos al año!!!.

Probar que no exageramos es cuestión de coger la guía televisiva y empezar a revisar las series nuevas y viejas que "marcan la parada" en los canales más
poderosos. De esas series muchas llegan a Colombia por las parabólicas y son observadas masivamente por un público joven que en años pasados vibraba e
imitaba los patrones de comportamiento de "Beverly Hills 90210" y ahora "sufre y rie" con "Dawson Creek", "Buffy la cazavampiros" o "Party of five". En
su tiempo "Beverly Hills 90210" presentaba a un grupo de adolescentes bellos, esbeltos, casi todos ricos, sexualmente exultantes, cuyos problemas se centraban
en líos emocionales o "bed time stories" con su amigo o amiga, novio o novia, exnovia o amante, futura novia o amiga especial, etc. La moralidad tradicional
respecto a la sexualidad se pasaba por alto, los chicos de la escuela 90210 de Beverly Hills desarrollaron una moral o ética similar a la de los dioses
griegos, sus excesos eran la prueba de su grandeza.

Quizás no tenga nada de malo tener una sexualidad Olímpica... a menos que se carezca del principal atributo para ejercer esa práctica, ser un dios. Esa
divinidad traducida a términos prácticos implica, en caso de ser mujer, ser bella, delgada, poder vestirse bien, y tener poder adquisitivo. Si se quiere
aspirar a ser parte de ese panteón y además se tienen ciertas condiciones psicológicas y biológicas particulares, es posible que la anorexia aparezca como
el "deux es machine" que desencadena un trágico final.

Pero ¿por qué la belleza femenina está tan ligada al concepto de juventud biológica y al de delgadez?. Dos posibles teorías, las mas sencillas de encontrar,
se contradicen entre si ya que las mujeres jóvenes son más fértiles y más deseables sexualmente pues en sus momentos de ovulación segregan unas especies
de feromonas que alientan el deseo sexual propio y de los hombres; pero los cuerpos hiperdelgados son la negación de la sexualización de la mujer en la
medida de que la carne simboliza lo sexual, incluso la madre, y representa la liberación del "yugo sexual" o una sexualidad narcisista. Más la juventud
que acompaña a la belleza, que la determina como belleza, no es siempre biológica, casos como el de las cantantes Cher y Madonna lo prueban. Estas dos
divas se mantienen estéticamente bellas, sexualmente deseables y proyectan una imagen juvenil, por lo tanto son jóvenes!.

La respuesta al porqué del culto a la juventud debe retomar al Sociólogo italiano Niccola Squicciarino quien cree que los jóvenes de hoy no siguen exclusivamente
el legado familiar; quebrantan con su forma de vestirse lo masculino y lo femenino; a su vez la moda se vuelve cada vez más andrógina.
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Paul Yonnet, sociólogo fránces, cree que lo que importa no es el sexo sino la juventud y la forma en que esta se pueda prolongar. Es como si la juventud
ya no se ciñera de forma exclusiva a un período determinado de tiempo sino que fuera una forma de vida; en esta son los grupos juveniles, la nuevas tribus
y masas urbanas influenciadas por el rock -hijo del jazz- y sus engendros -Pop, Punk, Rap, Grunge, Hip Hop, Latin Jazz, Rock Alternativo, Latin Rock, Metal,
Hard Core, Acid Jazz, Reggae, Funk, Dance, Trip Hop, Tecno, Industrial, Death Metal, etc- quienes determinan las tendencias en el vestir, en quienes se
inspiran los diseñadores para crear sus colecciones.
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La modelo Ivis Palmer, de la casa Storm, en el documental de la BBC "Deslumbradas" también cuestionó de una forma casi desesperada esa idealización que
se hace de la juventud:

" La juventud absoluta vende, creo que eso es lo que disfrutan los fotógrafos. Son ellos quienes disfrutan esas fotografías. Las mujeres no disfrutamos
tanto al verlas. Mientras los fotógrafos quieren mostrar la inocencia de la juventud sin velos, los diseñadores quieren colocar sus vestidos en cuerpos
adolescentes. A medida que las modelos maduran los diseñadores las obligan a mantenerse delgadas, a dietas de lechuga, que aparenten los 16 años. Lo que
venden es anorexia y eso no lo entiendo".
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Ese fenómeno de las mujeres delgadas comenzó en la primera década del siglo XX, época en la cuál el imaginario colectivo empezó a invertir la idea de que
un cuerpo delgado, especialmente en las mujeres, era un síntoma de enfermedades nerviosas o de vida desequilibrada. La relación simbólica entre la gordura
y los bienes materiales se transformó al convertirse la economía norteamericana y mundial en un "reino" de industrias que producían objetos de consumo
masivo y funcionaban a traves de especulaciones financieras, dando como resultado que el ideal femenino comenzara a imitar la inmaterialidad de un dinero
fluctuante.

"En el proceso, el 'valor' de una mujer cambió del lenguaje basado en la tierra de la materialidad, a uno más adecuado a la movilidad de la vida social
y económica modernas. La sustancia corporal se identificó con un exceso molesto, un signo exterior de las tendencias fuera de moda del viejo mundo. La
'nueva mujer, como fué llamada a menudo en las revistas masivas de la época, era "delgada, alta, vigorosa, parecida a una pantera".
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Esa imagen se difundió por todas las revistas y periódicos y se convirtió en el paradigma de la mujer moderna cuando las estrellas femeninas de Hollywood
lo adoptaron como suyo o fueron creadas bajo ese patrón.

En la industria de la moda y del cine este prototipo ha sido interrumpido solo en los periodos de recesión económica, guerra y recuperación. En esos intérvalos
-años 50s y 60s- es que han surgido imaginarios de mujeres de formas generosas y sexualidades complacientes que afirman la superioridad masculina: Jane
Mansfield, Marylin Monroe, Sofía Loren. La "normalidad", el "reino" de las delgadas, regresó al mundo del septimo arte con Brigitte Bardot, Jane Fonda,
la hiperdelgada Audrey Hepburn -quien había dado también la lucha en los 50-, entre otras.

La supermodelo Twiggi, una chica hiperdelgada que se convirtió, por imposición de la industria de la moda, en el modelo a seguir para todas las adolescentes
del mundo -quienes ahora debían sentirse cómodas antes que verse bellas-, fué quizás el estandarte de la delgadez en la década que marcó el triunfo de
los Beatles en todo el mundo. Ella era la contraparte de la primera supermodelo que existió, también en los años 60s, la inglesa Jean Shrimpton. Su descubridor
David Bailey afirmó en una entrevista a la revista Vogue que "Jean era una especie de belleza del siglo en una forma democrática. Atraía a los hombres
y a las mujeres de todo el mundo. Fue la primera supermodelo y la gente se quejaba porque 500 libras esterlinas al día era mucho dinero para una modelo".
A fines de los 60s, cuando su prototipo de belleza empieza a ser 'imitada' por mujeres 'en todas partes del orbe, ' apareció Twiggy, según la revista Vogue:
"El terremoto de la Juventud".

Con Jean Shrimpton el oficio de modelo se convirtió en una profesión, que requería para ejercerla tener ese 'no se que en no se donde' -factor x- que va
más allá de la simple simetría, promedio y aun hiperfemineidad.

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