Nuestro logo presenta la imagen de El Quijote de la Mancha, el que cubre sus ojos con lentes negros y porta un bastón en lugar de su lanza. Detrás de él se puede observar un molino de viento con cuatro aspas.

Politeama 7 parte A

POLITEAMA
REVISTA ELECTRÓNICA editada por el Taller Cultural
SIN SO CIEGO
Año 1 – Nº 7 –Abril de 2008

UNA MIRADA DIFERENTE PARA OBSERVAR CON OTRA OPTICA, LA CULTURA URUGUAYA Y DEL MUNDO A TRAVÉS DE SUS DISTINTAS MANIFESTACIONES

INDICE DE CONTENIDO:

EDITORIAL: ALGUNAS REFLEXIONES SOBRE LOS DESEOS Y EL CONSUMO. pag.2

VIDA LÍQUIDA. CONSUMO, DESEO Y MARKETING BAUMAN. pag.3
.

CONFESIONES DE UN CONSUMIDOR NACIDO DURANTE LOS AÑOS 60 pag.7

UNA CANCIÓN QUE SE TRANSFORMÓ EN HIMNO: CHIQUILLADA pag.10

EDUCACIÓN ECO CENTRADA. LEONARDO BOFF pag.12

SANTA MARTA. CANCIÓN DEL DÚO LARBANOIS – CARRERO pag.14

TELEVISIÓN ERA LA DE ANTES pag.15

CONSUMO TELEVISIVO COMO AGENTE DE SENSIBILIZACION O COMO PROMOTOR DE LA DISCRIMINACION pag.18

LA TIRA PATITO FEO ENTRÓ A LAS AULAS pag.18

DOS DIVOS DE LA PANTALLA ARGENTINA SE PELEAN POR CULPA DE UN BAILARÍN CIEGO. pag.22

PÁGINAS DE LA VIDA: UNA VENTANA PARA MIRAR LA REALIDAD CON UNA MIRADA DIFERENTE pag.23

INVESTIGACIÓN REVELA DESCONTENTO DE NIÑOS DISCAPACITADOS POR SU APARICIÓN EN LOS MEDIOS TELEVISIVOS pag.24

EL CONSUMO RESPONSABLE pag.24

CONSUMO DE URUGUAY INGRESÓ AL LIBRO DE LOS RECORD GUINESS
URUGUAY REALIZÓ EL ASADO MÁS GRANDE DEL MUNDO pag.31

REALIZAN LA FERIA ORGÁNICA AMBIENTARTE EN LA CIUDAD DE MÉXICO
pag.32

¿DU LLUU ESPIC INGLISS?Pag.32


EDITORIAL

Algunas reflexiones sobre los deseos y el consumo
En este número de la revista pretendemos aportar algunos artículos relacionados con esta importante temática procurando generar un fermental ámbito de reflexión.
Como seres humanos perfectibles, no brindamos nuestros puntos de vista como observadores objetivos o como personas que hayan podido escapar de este mal que nos guía en forma peligrosa hacia destinos a los cuales no estamos seguros de querer llegar.
Cada vez más, resulta muy difícil alejarse de esos hábitos consumistas que nos empujan ansiosamente a vivir en permanente cambio; cada artículo fabricado en este instante ya es viejo y por mucho que lo deseemos resulta imposible disponer de las últimas creaciones. Esto sin tener en cuenta que a pesar de que este mundo globalizado nos invita a comprar y comprar cada vez con mayor voracidad, por habitar en el Tercer mundo, muchos de los objetos a los que vamos accediendo ya están casi o del todo obsoletos, recalando en estas latitudes por ser inservibles en el primer mundo.
Esta sociedad de consumo ya se las ha ingeniado para proveer a los que sintiéndose frustrados por carecer de ingresos económicos dignos que les permitan satisfacer tanto sus necesidades primarias como así también las más superfluas; por esto aquí gracias a la piratería internacional podemos adquirir todo tipo de objetos: relojes, prendas de vestir, perfumes, etc, etc, etc, que si bien carecen de la calidad de las marcas originales, por lo menos nos dejan soñar con que aunque sea por un ratito mejoramos nuestro estatus social y nos alejamos de la pobreza material y cultural.
Un nuevo fenómeno ha llegado desde hace tiempo para quedarse con nosotros, un nuevo imperio que con recetas milenarias se está adueñando del mundo. No crean que tengo nada especial contra los chinos, nada de eso, muy por el contrario, tampoco en esta oportunidad les voy a hablar del Tibet, del Dalai Lama, ni de la intermitente llama olímpica, seguiré escribiendo sobre los deseos y el consumo.
Es que por estos lares se habla mucho del imperialismo “yanky” y de sus nefastas intenciones, sin embargo pareciera que nadie repara en la colonización asiática que ha llegado a nuestras costas. En principio ingresaban a nuestro mercado productos muy baratos y de idéntica calidad, pero al igual que lo viene haciendo desde hace décadas Japón, este gigante asiático invierte cifras siderales en el desarrollo de nuevas tecnologías, produciendo bienes y servicios de calidades y precios para todos los gustos, el tema es que aquí los importadores locales apuestan a vender mucho, malo y barato, no debemos engañarnos ya que la calidad china mejora a cada segundo.
Países como China e India, crecen día a día y hoy ya nos seducen haciéndonos consumir los más variados objetos y productos que desprevenidamente se adueñan de nuestros hogares.
Ya no sólo contamos con aquellos bellos farolitos chinos que en épocas de antaño lucían en la casa de mis abuelos colgando desde el parral e iluminando las noches de navidad y fin de año, hoy en día la influencia cultural dice presente en cada escaparate, en cada rincón.
Para que ustedes mismos comprueben lo dicho, los desafío a que contabilicen cuantos de los productos que les rodean, cuantas prendas, zapatos, juguetes, electrodomésticos, herramientas, etc, tienen esta procedencia.
En Uruguay a diario está ingresando todo tipo de maquinaria, vehículos de transporte de pequeño o gran porte, al igual que la prestación de servicios de toda índole por parte de empresarios provenientes desde tan lejanas tierras . Los cursos de idioma chino y mandarín son de los más requeridos por entenderse que hoy en día resultan imprescindibles para desenvolverse en el mundo de los negocios.
Por todo esto y mucho más, se podrá aseverar que el consumo cada vez más se vestirá de amarillo.


Vida líquida . Consumo, deseo y marketing
Bauman.
“La sociedad de consumo justifica su existencia con la promesa de satisfacer los deseos humanos como ninguna otra sociedad pasada lo­gró hacerlo o pudo siquiera soñar con hacerlo. Sin embargo, esa promesa de satisfacción sólo puede resultar seductora en la medida en que el deseo permanece insatisfecho o, lo que aún es más importante, en la medida en que se sospecha que ese deseo no ha quedado plena y verdaderamente satisfecho. Si se fijaran unas expectativas bajas a fin de asegurarse un fácil acceso a los productos que puedan colmarlas, o si se creyera en la existencia de unos límites objetivos a unos deseos «auténticos» y «realistas», sería el fin de la sociedad, la industria y los mercados de consumo. Precisamente, la no satisfacción de los de­seos y la firme y eterna creencia en que cada acto destinado a satisfacerlos deja mucho que desear y es mejorable son el eje del motor de la economía orientada al consumidor.
La sociedad de consumo consigue hacer permanente esa insatisfacción. Una de las formas que tiene de lograr tal efecto es denigrando y devaluando los productos de consumo poco después de que hayan sido promocionados a bombo y platillo en el universo de los deseos del consumidor. Pero hay otra vía (más eficaz todavía) oculta de la atención pública: el método de satisfacer cada necesidad/deseo/carencia de manera que sólo pueda dar pie a nuevas necesidades/deseos/carencias.
Lo que empieza como una necesidad debe con­vertirse en una compulsión o en una adicción. Y en eso se acaba transformando, gracias a que el impulso de buscar en los comercios (y sólo en los comercios) soluciones a los problemas y alivio para el dolor y la ansiedad es un aspecto de la conducta cuya materialización en hábito no sólo está permitida, sino que es activa y vehementemente alentada. Pero también deviene una compulsión por otro motivo. Como el ya fallecido Ivan Illich mostró en su momento, la mayoría de las dolencias que reclaman tratamiento médico en la actualidad son enfermedades «iatrogénicas», es decir, afecciones patológicas causadas por terapias pasadas: el «residuo», por así decirlo, de la industria médica. Pero ésa es una tendencia fácilmente apreciable también en la industria de consumo en general. Hazel Curry ofreció recientemente un ejemplo excelente de una tendencia universal: la profesión médica ha detectado auténticas epidemias de «piel irritable» que se han extendido a un ritmo vertiginoso y que, hasta el momento, han afectado ya a un 53% de los occidentales. Sólo algunos de esos casos pueden ser atribuidos al fenómeno (genéticamente determinado) de la llamada «piel sensible». La mayoría, sin embargo, son casos de piel sensibilizada, es decir, de una piel que se ha vuelto sensible «por influencia de un severo régimen de cuidado de la piel».
En una sociedad de con­sumidores, la expansión del acné en la población adulta sólo puede obedecer a una expansión de la demanda de dichos consumidores y del mercado de productos de consumo. «Las marcas de productos dirigidos a calmar la piel, como Chantecaille, Liz Earle o Dr. Hauschka, han gozado de un enorme éxito en los últimos años. De resultado de ello, otras marcas más grandes y establecidas, como Dermalogica, Jurlique o, más recientemente, Carita, han lanzado gamas similares».1 Susan Harmsforth, una de las más destacadas expertas en ese campo y fundadora, además, de una de las marcas, aconseja actualmente a las víctimas de estas epidemias «que usen uno o dos productos de una línea más suave durante un mes» y que luego «introduzcan un producto o tratamiento durante un mes más y bajo vigilancia de un terapeuta». Es de esperar, pues, que en el breve plazo de unos pocos años, cuando los efectos de las presentes terapias contra los restos de terapias anteriores se hagan visibles y la profesión médica declare la llegada de una nueva epidemia, vuelvan a ofrecerse nuevas gamas de productos y consejos similares a los actuales.
Para que la búsqueda de realización personal no se detenga y para que las nuevas promesas sigan resultando seductoras y contagiosas, hay que romper las que se hayan hecho anteriormente y hay que frustrar las esperanzas de realización. Para un adecuado funcionamiento de la sociedad de consumidores es condición sine qua non que entre las creencias populares y las realidades de los consumidores se extienda un ámbito de hipocresía. Toda promesa debe ser engañosa o, cuan­do menos, exagerada para que prosiga la búsqueda. Sin esa frustración reiterada de deseos, la demanda de los consumidores podría agotarse rápidamente y la economía orientada al consumidor perdería fuelle. Es el excedente resultante de la suma total de promesas el que neutraliza la frustración causada por el exceso de cada una de ellas y el que impide que la acumulación de experiencias frustrantes mine la confianza en la eficacia final de la búsqueda.
El consumismo es, por ese motivo, una economía de engaño, exceso y desperdicio. Pero el engaño, el exceso y el desperdicio no son síntomas de su mal funcionamiento, sino garantía de su salud y el único régimen bajo el que se puede asegurar la supervivencia de una sociedad de consumidores. El amontonamiento de expectativas truncadas viene acompañado paralelamente de montañas cada vez más altas de artículos arrojados a la basura, productos de ofertas anteriores con los que los consumidores habían esperado en algún momento satisfacer sus deseos (o con los que se les había prometido que podrían satisfacerlos). El índice de mortalidad de las expectativas es elevado y, en una sociedad de consumo que funcione adecuadamente, debe mantener una progresión ascendente constante.
La expectativa de vida de las esperanzas es mínima y sólo una tasa de fertilidad desmesuradamente alta puede evitar que se consuman y se apaguen. Para mantener vivas las expectativas y para que las nuevas esperanzas ocupen enseguida el vacío dejado por las ya desacreditadas y descartadas, el trecho desde el comercio hasta el cubo de basura debe ser corto y la transición muy rápida.” (Págs. 109-111)
“Como ya se ha mencionado, contrariamente a las promesas declaradas (y creídas por muchos) de los anuncios publicitarios, el consumismo no gira en torno a la satisfacción de deseos, sino a la incitación del deseo de deseos siempre nuevos (con preferencia, de aquéllos que, en principio, sean imposibles de saciar). Para el consumidor, un deseo satisfecho debería resultar así tan placentero y excitante como una flor marchita o una botella de plástico vacía; para el mercado de consumo, por su parte, un deseo satisfecho significaría igualmente un presagio de catástrofe inminente. La mejor forma de imaginarse al «consumidor ideal» que persigue el mercado de consumo es como una especie de fábrica funcionando a pleno rendimiento las veinti­cuatro horas del día y los siete días de la semana para garantizar una sucesión ininterrumpida de deseos efímeros, puntuales y esencial­mente desechables. Para que ese «ciclo del deseo» rote más deprisa, el mercado ofrece un volumen continuamente creciente de habilidades y conocimientos y diseña un número cada vez mayor de artilugios para ponerlos en práctica. Así se entiende la respuesta que dio Chris St. George, un respetadísimo asesor en temas defitness que trabaja en uno de los establecimientos del ramo más conocidos de Londres, a un hombre que se quejaba de que le gustaba comer bien, pero no podía compatibilizar ese impulso con la tarea de mantener su línea a raya: «venga a hacer ejercicio al gimnasio con más frecuencia y acelerará su metabolismo».” (Pág. 124)
“El homo eligens y el mercado de artículos de consumo conviven en una perfecta simbiosis: ni el uno ni el otro verían la luz de un nuevo día si no contaran con el apoyo y el alimento que supone su compañía mutua. El mercado no sobreviviría si los consumidores se aferraran a las cosas. Por su propia supervivencia, no puede soportar a los clientes que se muestran comprometidos o leales a algo, o que, simple­mente, mantienen una trayectoria coherente y cohesionada que se resiste a las distracciones y descarta los arranques aventureros (salvo, claro está, aquéllos comprometidos con comprar y leales a las trayectorias que les llevan hasta los centros comerciales). El mercado recibiría un golpe mortal si el estatus de los individuos les aportara una sensación de seguridad, si sus logros y sus objetos personales estuvieran a buen recaudo, si sus proyectos fuesen finitos y si el final de sus trabajosos esfuerzos estuviese a su alcance. El arte del marketing está dedicado a impedir que se cierren las opciones y se realicen los deseos. En contra de las apariencias y de las declaraciones oficiales (así como del sentido común, que se mantiene fiel a ambas), el énfasis recae no sobre la generación de nuevos deseos, sino sobre la extinción de los «antiguos» (léase: los de hace un momento) para dejar sitio para nuevas escapadas consumistas. [...].
Los ciudadanos del mundo moderno líquido no precisan de mayores enseñanzas para explorar obsesivamente los comercios con la esperanza de hallar chapas identificativas ya preparadas, fáciles de consumir y públicamente legibles. Deambulan por los laberínticospa­sillos de los centros comerciales impulsados y guiados por la esperanza semiconsciente de dar con la chapa o el símbolo identificativo preciso para ponerse al día, y por la aprensión lacerante a no haberse dado cuenta de que la chapa que hasta entonces habían llevado con orgullo ha podido pasar a convertirse en motivo de vergüenza. Como les guía la motivación de no agotarse nunca, a los directivos de los centros comerciales les basta con seguir el principio descubierto por Percival Bardebooth, uno de los protagonistas de la monumental novela de Georges Perec, La vie mode d’emploi (La vida: instrucciones de uso), que es el de procurar que el último pedazo a la venta no encaje con el resto del rompecabezas identitario, de manera que su montaje tenga que volver a empezar una y otra vez desde el principio y cada nuevo inicio no pueda tener final. La vida de Bardebooth terminó inacabada como el propio inquietante relato de Perec:

Sentado ante el puzzle, Bartlebooth acaba de morir. Sobre el mantel, en algún lugar del cielo crepuscular de ese puzzle número cuatrocientos treinta y nueve, el hueco negro de la única pieza aún por colocar tiene la forma de una X casi perfecta. Pero lo irónico (aunque era ya de prever desde mucho antes) es que la pieza que el muerto sostiene entre los dedos tiene forma de W. 2” (Págs. 49-51)
1. Véase «Irritable skin syndrome», Guardian Weekend, 9 de octubre de 2004, pág. 57.
2. Georges Perec, La vie mode d’emploi, traducción al inglés: Life: A User’s Ma­nual, Collins Harvill, 1988, pág. 497 (trad, cast: La vida: instrucciones de uso, Barcelona, Anagrama, 1988).


CONFESIONES DE UN CONSUMIDOR NACIDO DURANTE LOS AÑOS 60

Como señala el escritor Eduardo Galeano no resulta tarea sencilla desprendernos de creencias vinculadas con nuestros deseos y los diferentes hábitos de consumo que se han originado desde antes de nuestro nacimiento
Sin lugar a dudas los que vivimos nuestra infancia en la década del 60 ya hemos transitado más de la mitad de nuestro camino, y a pesar de no llevarnos tan mal con las nuevas tecnologías, no podemos renegar de nuestro rico pasado.
Nací un 24 de noviembre de 1963, dos días después de que asesinaran al presidente John F. Kennedy, en ese mismo año, al mismo tiempo Martin Luther King lideraba una multitudinaria marcha de 250.000 personas en Washington, y por otra parte China hacía estallar un artefacto nuclear ingresando así al llamado club atómico.
Era otra época, y si hablamos de deseos y de consumo tenemos bastante tela para cortar.
Era otra época, parte de un fin de siglo, propietaria de infinitas virtudes e igual cantidad de defectos.
En principio debemos precisar que el tiempo transcurría mucho más lento que hoy, las personas no andaban corriendo de aquí para allá con su marcha a puro stres como acontece hoy.
El mundo no estaba globalizado, muy por el contrario nuestras actividades se llevaban a cabo en tranquilas ciudades donde aún primaba un espíritu pueblerino o aldeano.
Todo iba más lento, la maduración de los niños, el andar de los adultos, la marcha de los vehículos, así como también las vibraciones energéticas producidas por nuestra madre tierra.
Todo producto o servicio estaba concebido para durar y durar, y nada de tirar tirar.
Nada se tiraba, todo se transformaba.
todo producto se podía reparar para seguir cumpliendo con su cometido ; a propósito si serían buenas las cosas, que en nuestra cocina habita con nosotros la heladera que me vio nacer y ella no ha sabido de jubilaciones, sigue marchando hoy como lo hacía en su primer día.
Los empleos eran duraderos, y muchas personas ingresaban muy jóvenes a un trabajo y se jubilaban en él.
La industria nacional exhibía su fortaleza, elaborando productos de excelente calidad.
Una política mucho menos liberal que la actual no permitía el ingreso indiscriminado de artículos importados que pudieran competir deslealmente con los fabricados aquí.
Toda nuestra vida era más rústica y amistosa ,y los espacios verdes ganaban su batalla contra el frío cemento.
No existían la comida chatarra los productos congelados, el fase food, los selectos restaurantes, ni el delíbery
Existían las comidas caseras, los productos naturales, las cantinas y bares de barrio y la paciente espera.
No existían los hipermercados, los shoppings, ni la tarjeta de crédito.
Existían los almacenes, las tiendas, y el cuaderno de fiado.
No existía la televisión color, el control remoto, la computadora, , los celulares, el mp3,ni tanta ansiedad.
Existía la televisión en blanco y negro a válvulas, la radio a transistores, las enciclopedias, los teléfonos de disco, la vitrola del abuelo y más tiempo libre.
No existían los videojuegos, el play station, las barbies, ni tanta violencia organizada.
Existían los juegos en caja, la rayuela, el jugar a la bolita y al trompo, muñecas y bebotes casi reales, menos individualismo y mayor solidaridad.
No existían los pañales desechables, ni se hablaba de niños índigos o cristal.
Existían los pañales y chiripas de tela, se hablaba del mal de ojo, del empacho y de curar el hipo con una lanita roja en la frente.
No existían tantos plaguicidas ni contaminantes, tantas bolsas de nylon, el film de polipropileno, los envases plásticos, tanta contaminación auditiva, visual y sonora.
Existían bandadas de hermosas mariposas volando de flor en flor, el papel de embalaje, el papel de astraza, los envases de vidrio, y menos polución.
Como se habrá podido notar, los años pasan y como canta Pablo Milanés: nos vamos poniendo viejos. Con esta reseña no pretendo dejar de lado los avances que ha registrado nuestra sociedad en los diferentes órdenes, simplemente deseo evocar vivencias de un niño que habitó otro mundo, la vida es perpetuo cambio y movimiento y ya habrán otras generaciones que dentro de 40 años destaquen los aspectos positivos de su niñez.
Sigamos hablando de los deseos y el consumo y las diferencias existentes entre un pasado no tan lejano y nuestros hábitos de hoy.
Nuestra vida no era tan fácil y sencilla no, ni todo tan positivo.
Nuestros padres nos compraban los zapatos de marca “ Incalcuer” o “incalflex”, para concurrir a la escuela, y sufríamos al principio ya que los mismos eran muy pero muy buenos, pero muy pero muy duros, resultaba más fácil domar a un bagual que a estos negros zapatos de duro cuero, también las botas de lluvia “ incal” fabricadas por la misma empresa: Funsa ( Fábrica uruguaya de neumáticos sociedad anónima), se constituían en nuestras fieles compañeras cuando el tiempo empeoraba.
Una verdadera tortura efectuaban nuestros progenitores, esta se llevaba a cabo al momento de vestirnos. Los niños menos pudientes debíamos en reiteradas ocasiones lucir ropajes heredados de quién sabe que familiar o conocido, o poco vistosas y al mismo tiempo duraderas prendas quedando en reiteradas oportunidades verdaderamente “ disfrazados “ a la vista de los demás. que vergüenza sentíamos al tener que salir a la calle con prendas cuyos talles no resultaban acordes con nuestras dimensiones y deseos, y es bueno comentar que por entonces no había derecho a queja, los mayores mandaban y los menores acataban sin chistar.
La muda de ropa más nueva siempre debía dejarse reservada para exhibirla durante ocasiones especiales: los fines de semana o para concurrir a algún cumpleaños u otro agasajo.
Un capítulo aparte merecen aquellos toscos enteritos, confeccionados en jean sanforizado, pantasote, etc, abotonados sobre los hombros, más pesados y duros que una armadura medieval; para colmo de males duraban más que Matusalem, que crueldad era asistir a la escuela con ellos debajo de las túnicas, ni les cuento la odisea que debíamos pasar si nos surgían imprevistos deseos de ir al baño, era una carrera contra el tiempo para poder desprendernos todos los botones en tiempo y forma, antes de que sucediera lo peor.
Si habrán cambiado los tiempos, hoy sobre todo las niñas, convertidas en pequeñitas modelos fashion con sus 3 o 4 añitos eligen su vestuario, se visten tal “ divas “, y las madres deben convertirse en excelentes negociadoras para imponer su carácter y lograr así salir airosas.
Pero aquellos tiempos no eran épocas de tanta opulencia para los que proveníamos de hogares de clase media baja, no , todo se compartía, y como todo duraba, cuando alguna ropa le quedaba chica a algún integrante de la familia inmediatamente y sin que mediara escribano de por medio, era heredada por otro conocido a quién le podía servir. Por esto las ropas iban pasando de uno en uno hasta que las mismas ya no daban más.
Por todo esto si sabremos nosotros lo que era desear y desear, aquellos artículos u objetos que no eran realmente imprescindibles, podían tardar bastante o nunca en llegar a nuestras manos. Pero afortunadamente no nos faltaban aquellas cosas que uno no puede comprar con dinero: la nutrición tanto alimenticia como afectiva, una educación familiar basada en valores, tiempo disponible para compartir inolvidables momentos en familia o con amigos, etc, etc.
Para todo niño las fiestas de Navidad y Fin de año representaban gratos momentos, donde el consumo se incrementaba notoriamente, al igual que los deseos.
Un mes antes de las mismas las familias empezaban a consumir una gran variedad de alimentos excesivamente ricos en calorías, teniendo en cuenta la estación que se aproximaba. estival avecinaba
Desfilaban por las mesas turrones, pan dulce, frutas abrillantadas, budines, nueces, avellanas, pasas de uva, etc. Como aperitivos aparecían: longanizas, queso, aceitunas, papas fritas y maníes.
Como platos principales: cordero, asado, achuras, pollo o lechón, eran cocinados al horno o a las brasas, siendo acompañados por diferentes ensaladas. De postres se destacaban las ensaladas de fruta y las barras heladas.
Para beber no podían faltar las gaseosas, el vino, la cerveza , la sidra, el champagne y demás espumantes.
Parecía que se iba a terminar el mundo, se comía y comía hasta más no poder, y el consumo de antiácidos se incrementaba notoriamente en esas fechas.
Pero para los más pequeños el calendario marcaba el momento propicio para poder cumplir sus sueños y deseos, era la hora indicada para pedir y desear con todas las fuerzas y para realizar las solicitudes a Papá Noel y a los Reyes Magos
En los años 60 Ese simpático personaje, pasado algo en quilos, vestido de rojo, con espesa barba blanca contaba con un equipo de márketing menos profesionalizado que ahora, y por esto sus regalos eran menos ostentosos, por ello todas nuestras cartitas, solicitudes y deseos estaban dirigidas a los famosos Reyes Magos. Esto también ha cambiado, en la actualidad la influencia del hemisferio norte ha emparejado las cosas, y la tomada de partido por parte de la empresa multinacional Coca Cola en favor de Santa Claus ha ido en desmedro de los magos de Oriente.
Me podrán creer los niños de hoy, si les digo que durante toda mi infancia no pude satisfacer mis deseos consumistas.
Les resultará casi imposible creer que año a año esperaba que los reyes magos me trajeran la pelota de cuero, el equipo del Club Nacional de Fútbol, o la bicicleta tan ansiada.
Aunque parezca mentira esto no me ocurría únicamente a mí, por el contrario suertudos eran los que recibían alguno de estos regalos para reyes.
Pero el 6 de enero tenía una magia especial, en las primeras horas de la mañana las calles transformaban su fisonomía habitual, para congregar a multitudes de chiquilines, botijas o niños que orgullosamente exhibían los regalos recibidos.
Pero como todo aspecto supuestamente negativo conlleva algo positivo, vale la pena destacar que como lo mencioné anteriormente el compartir era sagrado para nuestra generación.
A diferencia de lo que ocurre actualmente, donde cada niño tiene infinidad de juguetes de todo tipo que usa muy poco, antes todos los chicos de la cuadra nos divertíamos gracias al reinante compañerismo.
La vida es sabia, nuestra felicidad no depende exclusivamente de la riqueza material, como canta Joan Manuel Serrat: “ Son aquellas pequeñas cosas” las que nos permitirán vivir momentos realmente inolvidables en cada época, en cada momento, en cada lugar y en cada corazón.

Humberto Demarco
Abril de 2008

A continuación les dejo de obsequio la letra de una canción escrita y cantada magistralmente por uno de nuestros mayores ídolos musicales: José Carvajal “ el Sabalero “, nacido en diciembre de 1943.
Cuando era niño, la escuchábamos continuamente en la radio y con el paso del tiempo se ha constituido en un verdadero himno, el cual cantan en todas las escuelas del país grandes y chicos con renovada emoción.
Esta letra ha sido interpretada por diferentes cantantes de toda nuestra América Latina.
Conviene aclarar que en Uruguay se utiliza el término chiquilín al referirse a los niños, de ahí el nombre de esta canción.
CHIQUILLADA
Chiquillada, chiquillada , chiquillada...

Con cinco medias hicimos la pelota,
y aquella siesta
perdimos por un gol,
una perrita que andaba abandonada
pasó a ser la mascota
del cuadro que ganó.

Pantalón cortito,
bolsita de los recuerdos,
pantalón cortito ,
con un solo tirador

Dice el abuelo que los días de brisa
los ángeles chiquitos se vienen desde el sol
y bailotean prendidos a las cometas ( al barrilete)
flores del primer cielo, caña y papel color.

pantalón cortito,
bolsita de los recuerdos,
pantalón cortito ,
con un solo tirador.

Media galleta
rompiendo los bolsillos
palito mojarrero,
saltitos de gorrión
los muchachitos de toda la manzana
cuando el sol pica en pila,
se van pa'l cañadón

pantalón cortito
bolsita de los recuerdos,
pantalón cortito,
con un solo tirador.

yo ya no entiendo,
que quieren los vecinos
uno nunca hace nada
y a cual mas rezongón,
la calle es libre si queremos pasarla
corriendo atras del aro, llevando el andador.

pantalón cortito,
bolsita de los recuerdos
pantalón cortito
con un solo tirador.

bochón( bolita o canica grande ) de a medio ,
patrón de la vereda Te juro no te pago ( entrego)
aunque gane el matón
dos dientes de leche me costaste , gordito
la soba de la vieja,
pero te tengo yo.

pantalón cortito
bolsita de los recuerdos
pantalón cortito ,
con un solo tirador.

Fiesta en los charcos
cuando para la lluvia
caracoles y ranas,
y niños a jugar
el viento empuja,
botecito de astraza(tipo de papel )
lindo haberlo vivido
para poderlo cantar ...

pantalón cortito,
bolsita de los recuerdos
pantalón cortito,
con un solo tirador.

Chiquillada, chiquillada, chiquillada

José Carvajal “EL SABALERO” es un clásico. Y por lo tanto una voz de catálogo, lo que viene a suponer, o en todo caso a concluir, que se trata de un irrepetible. Ya desde la emisión tiernamente asordinada de Chiquillada, Carbajal viene a ser el resultado de múltiples efectos que matriculan su ejercicio cancionístico y su condición de narrador: el de cronista de un suelo, un aire y un lugar que, desde el adjetivo más simplón o descascarado, transmite una inmejorable idea de universalidad. [...]
Verlo y escucharlo es siempre un manjar para los sentidos, seguramente porque Carvajal tiene el mérito superior del que cuenta, canta y encanta. Es un artista mayor, o sea un imprescindible, y en consecuencia, su obra, tan encantada y encantadora como los interiores de su casa de Juan Lacaze, posee la mejor de las condenas: la de haberse vuelto perdurable. No hay mejor manera de alcanzarlo y vivirlo, que atreverse a vivir los surcos de este álbum registrado con devoción y profesionalismo.
Raúl Forlán Lamarque


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