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LA VIRGEN DE GUADALUPE-

La Virgen de Guadalupe hecha para que los invidentes la «vean»
Escrito por Umberto Marsich, m.x.
Domingo 06 de Diciembre 2009

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Una imagen de la Virgen de Guadalupe hecha para que los invidentes la «vean»

Por el padre Umberto Marsich, m.x.

Providencialmente, hace algunos meses, se exhibió en el museo San Carlos de la ciudad de México la hermosísima pintura de la «Virgen de la Pera» (año 1347), del pintor italiano Paolo Veneciano. La obra venía acompañada de una réplica, en bajorrelieve, para que los invidentes pudieran tocarla y «verla». El detalle llamó mucho la atención. En efecto, el director de la organización Contacto Braille de México, Jorge Pulido, manifestó el deseo de poder tener una imagen similar también de la Virgen de Guadalupe. El sueño se está haciendo realidad.
Por iniciativa del artista italiano Franco Faranda y por el entusiasmo del director de la Casa de la Cultura de Italia en México, doctor Marco Bellingeri, la embajada de Italia y el corporativo italiano Pelliconi Group donarán a los mexicanos y a la arquidiócesis de la ciudad de México, la escultura tridimensional de la Guadalupana, para que tocándola los invidentes que peregrinan a la basílica, puedan construirse una imagen mental del sagrado ayate y «verla».

La presencia de la Guadalupana

De esta manera, la hermana República de Italia quiere participar en las magnas celebraciones mexicanas del 200 aniversario de la Independencia y centenario de la Revolución y entiende acercarse a aquellos hermanos cuya invidencia no les permite disfrutar, en plenitud, de la presencia de María de Guadalupe.
La pertinencia de la donación se debe a esa presencia, misteriosa y providencial, de la Virgen de Guadalupe en todos los grandes acontecimientos históricos de la nación mexicana.
El acto guadalupano, en efecto, marca la aurora de una etapa totalmente inédita de la formación histórica de México y del proceso de evangelización. La devoción mariana, que había perdido su significado original y su fuerza liberadora, hoy, gracias a la canonización de San Juan Diego, ha recobrado vitalidad y vigor. Es en el Tepeyac donde se vive la primera etapa de ese proceso que llevará al pueblo de México hacia su progresiva liberación, y al indio, hacia su dignificación. El término náhuatl tlatlachipaua, en efecto, presente en el relato guadalupano del Nican mopohua, indica el amanecer de una nueva sociedad, donde el indio recupera su dignidad, libertad y subjetividad histórica.
La opción de María por el pobre indio no fue, de hecho, casual. Se trata de una elección en línea con los relatos bíblicos de la elección, por parte de Dios, de Israel, en aquel entonces la realidad sociológicamente más oprimida, para constituir un pueblo. Entre Dios y el pueblo, en ese 12 de diciembre de 1531, se situó prodigiosamente el corazón materno de María. El evento guadalupano, como los acontecimientos bíblicos del Éxodo, fomentó una gran esperanza:
los indígenas mexicanos, desposeídos de sus tierras, oprimidos por el poder, humillados en su dignidad y reducidos a 'nulidad social', volverían a recuperar sentido y a soñar tierra y paz como la del pequeño Tepeyac, «paraíso de flores y cantos». Es en el lugar del antiguo 'teocalli' donde, simbólicamente, las historias se concentran y arrancan hacia nuevas metas. Pasado y futuro, cielo y tierra, muerte y vida se entrecruzan en los «cantos de pájaros» y «perfumes de flores». Por la mediación de María, en el mismo lugar, entonces y ahora, se mueve, a favor de México, el amor 'materno' de Dios. En la periferia social del mundo, la Tonantzin cristiana pide su templo y fija su demora; en la tilma del indio imprime su imagen y expresa su deseo de identificación con el destino del indio crucificado de México. El Dios que libera al pobre se revela con el rostro materno de la Madre de Jesús, la Tonantzin María que a todos enseña el camino de la vida a seguir.
Es como una «página extemporánea» del Evangelio
El evento guadalupano parece ser una «página extemporánea» de la Sagrada Escritura donde la Virgen María, con su vestido radiante como el sol, símbolo del Dios-Tonatiuh, quiere unir la teología náhuatl y la cristiana. En el Tepeyac, por cierto, Juan Diego vive el éxtasis de la libertad. La misma que los mexicanos, bajo la protección del estandarte de María de Guadalupe, han buscado y logrado. Los aniversarios de la Independencia y de la Revolución, que estamos celebrando, son pruebas de ello.
Así como la Virgen dio sentido a sus apariciones, asumiendo en sí y curando las angustias del indio, los creyentes daremos sentido a nuestra fe guadalupana asumiendo y curando los males de nuestra sociedad.
La imagen «táctil» de la Virgen de Guadalupe, bendecida ya por Benedicto XVI, se instalará en la basílica el próximo 9 de diciembre, fiesta de san Juan Diego.

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