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Razones para la accesibilidad

Razones para la accesibilidad
por Eutiquio Cabrerizo
Correo electrónico:
eutiquio@ono.com

La palabra museo no es de las más usadas en términos cotidianos. De hecho, yo la aprendí pasados los seis o siete años de edad, la primera vez que, siendo ciego, hicimos una visita cultural a uno de ellos dentro de las actividades extraescolares del colegio. Un museo era un edificio antiguo donde no se podía hablar en alto ni hacer comentarios, había que moverse con muchísimo cuidado y no podía tocarse nada. Los que veían algo lo pasaban peor, intentando acercarse a las cosas o enfocar mejor los objetos para verlos a pesar de que lo tenían terminantemente prohibido. La persona que nos lo enseñaba nos hacía ir de pasillo en pasillo, y nos obligaba a detenernos delante de vitrinas, expositores o peanas, donde nos dirigía con voz engolada un pequeño monólogo relacionado con los materiales que se exhibían. Recuerdo que al salir, respirábamos relajados como si llevásemos mucho tiempo reteniendo el aire, y empezábamos a temer que el profesor quisiera comprobar lo que habíamos aprendido allí dentro. No nos habíamos enterado de nada.

Muy diferente fue cuando visitamos unos meses más tarde un museo arqueológico, y tuvimos la oportunidad de tocar muchas de las piezas que guardaba.
Todavía conservo en la memoria el tacto de una Maternidad esculpida en piedra toscamente trabajada, un menir de considerables dimensiones, o la estatua de un guerrero yacente sobre un túmulo con su cabeza separada del cuerpo y una espada en la mano. La diferencia consistía en que en esa ocasión se trataba de una visita concertada previamente, y que los guías habían recibido orientaciones precisas para facilitarles su labor con nosotros.

En la cultura griega el museo era un templo consagrado a las musas, que se dedicaba a actividades intelectuales. Con el tiempo se le dio este nombre a los edificios destinados al estudio de las ciencias, letras humanas y artes liberales.
Modernamente se adjudica a los lugares en que se guardan colecciones de objetos artísticos, científicos o de otro tipo, en general de valor cultural, convenientemente colocados para que sean examinados.

Otra definición de la palabra museo, conforme a lo que refleja el diccionario, es la institución sin fines de lucro, abierta al público, cuya finalidad consiste en la adquisición, conservación, estudio y exposición de los objetos que mejor ilustren las actividades del hombre, o culturalmente importantes para el desarrollo de los conocimientos humanos.

Relacionado con este último concepto más amplio del término, durante este siglo los museos han ido convirtiéndose en un servicio público a disposición de los intereses culturales, educativos y recreativos de la sociedad, lo que nos permite atribuirles el derecho y la obligación de contar con el acondicionamiento más idóneo para que todos los miembros de la sociedad puedan acceder a los conocimientos que encierran.

Sin embargo, son muy pocos los que han tenido en cuenta esta perspectiva en el momento de su creación, y tampoco demasiado numerosos los que han modificado sus proyectos originales para ampliar el número potencial de sus visitantes, poniendo los medios para su aprovechamiento por las personas que no reúnen rigurosamente todas las características de lo que se considera el tipo de ciudadano medio.

Y ello a pesar de que cada vez está más asumido por los poderes públicos el derecho de las personas con necesidades especiales a recibir igualdad de atención que el resto de ciudadanos.

Por otra parte, hay que tener en cuenta que el grupo de personas a los que beneficiaría esta medida es más numeroso de lo que en un principio podría suponerse, puesto que comprende también a los niños, las personas mayores de edad y los temporalmente disminuidos por circunstancias transitorias.

Se trata fundamentalmente de un problema de mentalización, como se demuestra en algunas de las experiencias llevadas a cabo en algunos Museos y Exposiciones que tratan de concienciar al visitante común con los problemas de otros conciudadanos suyos. Así el museo de niños de Boston en Estados Unidos realiza una importante tarea de concienciación haciendo que los visitantes puedan conocer por sí mismos los problemas de movilidad, accesibilidad y comunicación de personas con minusvalías físicas, psíquicas y sensoriales, dando la oportunidad de utilizar sillas de ruedas, distintos lenguajes de comunicación y modernos aparatos específicos para el acceso a la información y la cultura.

En otros casos, en que se han abierto exposiciones temporales accesibles o se han adaptado para ciegos algunas partes de un museo, son numerosos las personas sin necesidades especiales que reclaman su derecho a tocar los objetos, escuchar las explicaciones pregrabadas y examinar los fondos expuestos valiéndose de accesorios ópticos adicionales. Podría decirse que la observación visual crea una idea insuficiente de las cosas, y que las personas necesitan completar su primera impresión utilizando el resto de los sentidos: tocándola para confirmar su textura, su volumen y su forma; golpeándola suavemente para percibir los mil matices de su sonido; tal vez, incluso oliéndola o gustándola, según la materia de que se trate, para disfrutar también de las gratísimas sensaciones de estos dos últimos sentidos, que por alguien podrían considerarse como menores.

La importancia de un museo no depende de la cantidad de personas que recibe diariamente, ni tampoco del número de tesoros que custodia o los metros cuadrados de sus instalaciones. Lo más valioso de un museo es el procedimiento utilizado para comunicar con la sociedad y la posibilidad real de contribuir positivamente en la experiencia vital del visitante.

Los sistemas de adaptación empleados en estos centros de cultura enriquecen al museo y facilitan la comprensión y la sensibilización social. En ocasiones, puede tratarse de la rotulación especial de textos o indicadores de obras, o bien de diferentes sistemas de apoyo audiovisual o informático. Otras veces, conviene recurrir a la elaboración de materiales en relieve, confección de maquetas, o realización a escala de esculturas. Muy importante, en todos los casos, es eliminar las barreras arquitectónicas y ambientales, y contar con guías formados adecuadamente para comunicar y relacionarse con personas que presentan diferente tipo de necesidades. En todo caso, de ningún modo van en perjuicio de los fines fundamentales del museo sino todo lo contrario, y este mismo argumento permite exigir su adaptación inmediata puesto que, aun cuando el número de visitantes con necesidades especiales fuese muy bajo, se beneficiarían directamente todas las personas que recorriesen las instalaciones. De hecho, tal y como prueban las experiencias desarrolladas en este sentido, disponer de maquetas a escala de monumentos o esculturas inaccesibles en su totalidad por su tamaño o el lugar de ubicación, permite captar tanto a personas ciegas como a videntes una imagen global del valor artístico imposible de alcanzar por otro procedimiento, lo que demuestra las enormes ventajas que aporta la accesibilidad de los museos a todas las personas y a todos los sentidos.

Por lo que se refiere específicamente a museos accesibles para personas ciegas o deficientes visuales, son muy pocos los que presentan esta condición con carácter global. Es más común la adaptación de alguna sala o parte de las instalaciones para que pueda ser visitada por personas ciegas o deficientes visuales o, más bien, los que organizan exposiciones temporales expresamente diseñadas para esta finalidad.

En España, al margen del Museo Tiflológico de Madrid, que merece un tratamiento independiente por sus peculiaridades singulares, se han desarrollado diversas iniciativas para que los ciegos puedan aprovechar mejor sus visitas tanto a museos propiamente dichos como a otros centros monumentales, si bien está muy lejos de alcanzar un nivel mínimamente aceptable, muy lejos todavía del que presentan algunos países europeos.

Conviene destacar el Museo Provincial de Arqueología de Huelva, que dispone de folletos y rótulos en sistema Braille, y los guías han sido formados para atender a las necesidades especiales de personas ciegas y deficientes visuales.

En Guernica existe un museo sobre el bombardeo que sufrió esta población en 1937, que cuenta igualmente con folletos impresos en sistema Braille lo que, unido a las explicaciones de los guías expertos, se considera suficiente adaptación para un buen aprovechamiento de la visita para los ciegos.
En la comunidad autónoma de Cataluña existen varios monumentos que han sido adaptados para ser visitados por personas ciegas o en sillas de ruedas, por lo que están dotados de rampas o elevadores accesibles y folletos o indicadores impresos en macrotipos y en sistema Braille. Algunos de ellos disponen de maquetas a escala del monumento o de alguna parte del mismo. Se encuentran adaptados entre
otros el Monasterio de Sant Cugat del Vallés, el Monasterio de Santes Creus y la Catedral de Lleida.

Las ciudades de ávila y Toledo cuentan con interesantes colecciones de láminas en relieve de su patrimonio artístico, que complementan perfectamente nuestro recorrido turístico por estas ciudades.

El museo de arte romano de Mérida organizó en 1994 una interesante exposición bajo el lema de "Se ruega tocar", en la que se desarrollaron las más diversas técnicas de accesibilidad. Aunque se tratara de una actuación temporal, introdujo nuevas sinergias en las funciones de los guías del museo, que han hecho posible que, hoy en día, permanezca vigente la posibilidad de tocar para las personas que lo necesiten.

Finalmente, conviene dejar claras dos cosas que son, al mismo tiempo, la expresión de dos deseos insatisfechos: La primera de ellas es la situación bajo mínimos en que se encuentra la accesibilidad de museos y centros de interés cultural para que puedan ser utilizados por personas que no disfrutan en plenitud de todas sus facultades físicas, psíquicas y sensoriales; La segunda, que no se dispone de un canal estable para conocer los lugares con accesibilidad para que, los pocos que existen, puedan ser conocidos y visitados con mayor frecuencia por todos los que lo deseen. El día que hayamos superado estas dos contingencias, habremos logrado una sociedad más madura y más justa.
Habremos logrado crear una nueva conciencia capaz de abrir los Museos a todos los sentidos y supeditar el resto de intereses a la igualdad de todas las sensibilidades de los ciudadanos del mundo.

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